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martes

cuento y medio.

forest__s_spirit_3__beginning__by_cha_feily

Irián recorría los caminos tras la carreta de Esmeralda. Durante la primavera y el verano, la bruja tenía por costumbre atarle un nudo corredizo alrededor de las muñecas para que la niña no escapara. Intuía, sabiamente, que existían más posibilidades de que Irián se volviera inquieta cuando el sol caldeaba los campos y las noches eran tibias. En invierno no habría sobrevivido una sola madrugada, y a pesar de su corta edad y su estado salvaje, era lo suficientemente lista como para entenderlo.

Esmeralda era una mujer de mediana edad, aún hermosa pero temible. Era lo que en aquel tiempo llamaban una hechicera, una hembra fuerte que, en contra de todas las costumbres, había ido más allá de la brujería que solían practicar las mujeres, estudiando las llamadas “Artes de los Sabios” reservadas únicamente a los varones. Considerada excepcional tanto por sus dotes para la sanación tanto como por la invocación a los muertos, su reputación y talento eran reconocidos y respetados en su tierra por todos aquellos que se consagraban a la magia en cualesquiera de sus disciplinas, tanto o más que los de cualquier Hombre Sabio. Al principio, molestó a algunos, pero los pocos que osaron dudar su innegable clarividencia, acabaron siendo seducidos, no por la bruja, sino por la mujer. Esmeralda era poderosa e inteligente pero sobre todo, implacable; y no dudaba en utilizar sus encantos allí donde sus capacidades no hacían mella.

Irián, sin embargo, no cayó presa de su hechizo. Detestaba a la bruja a pesar de no haber conocido otra familia y llevar más de media vida caminando tras su carreta. La había tomado como esclava cuando apenas contaba con cuatro años. En el pueblo donde la encontró, le solía recordar, dijeron que la niña había sido concebida por el mismísimo diablo, que estaba maldita. Esmeralda pagó unas pocas monedas de cobre a su madre, que aceptó gustosamente, y se llevó a Irián. Todos se preguntaron por qué una mujer tan sabía como aquella había gastado su oro por tal compañía. La niña también se lo había preguntado en ocasiones, sin llegar tampoco a conclusión alguna.

Era cierto que Esmeralda utilizaba habitualmente a Irián en sus rituales. En determinados momentos, siguiendo al pie de la letra las instrucciones de la bruja, la niña se ponía junto al fuego y soplaba con fuerza, o bien, metía sus dedos en el cuenco de agua de las visiones, tras lo cual Esmeralda miraba, entraba en trance y hablaba con los muertos. Aun considerando que era un simple accesorio más en las representaciones de la hechicera, Irián participaba gustosa; en aquellos momentos su dueña le permitía usar un viejo manto verde que ella había desechado, y así, abrigada y atenta, la niña disfrutaba de unos breves momentos de protagonismo.

Una tarde, en un pueblo del norte, apareció, justo cuando habían terminado de instalarse, un hombre que deseaba hablar con la Esmeralda. Su piel era oscura y sus ropas y su rostro, extraños. Irián percibió de inmediato -aunque no habría sabido decir por qué- que se trataba de un Hombre Sabio. Su dueña lo invitó a sentarse junto al fuego y compartir su comida; después de haber atendido a las gentes del lugar, hablaría con él.

Esmeralda, intuyendo lo mismo que Irián, aquella noche trató de hacer alarde de todos sus poderes. Curó a un ternero enfermo y expulsó a los malos espíritus de la casa de un hombre anciano que se quejaba de los duendes no le dejaban dormir. Bendijo a varios bebes y les dio un nombre. Alivió dolores, aplicó cataplasmas en las cicatrices de las bestias, predijo que la cosecha de maíz sería buena si rociaban antes los campos con las sangre de los roedores que se comían el grano… todo ello haciendo uso de Irián, que se sentía pletórica, pues participó en todos y en cada unos de los hechizos que realizó su dueña.

Cuando la gente se fue dispersando para regresar a sus hogares, Esmeralda tomó su lugar junto al fuego, muy próxima a su invitado. Ambos, permanecieron largo rato en silencio, contemplando las llamas. Irián, sintiéndose tan ignorada como de costumbre, sospechaba que veían algo, y presa de la curiosidad, se concentró en ellas. El sosiego de la brisa y el dulce crepitar de las ramas la fueron adormeciendo poco a poco. Las lenguas de fuego acariciaban la oscuridad de la noche con miles de formas. Intentó ver en ellas alguna de las señales de las que había oído hablar a Esmeralda, pero sus ojos cansados y calientes por el esfuerzo, las atravesaban. Notó como el fuego crecía pero no le dio importancia, el calor la reconfortaba. Sabía bien lo que era pasar frío en las noches de invierno y agradecía su calidez, aquella quemazón que tonificaba sus miembros que tantas noches habían pasado al raso. Las llamas continuaron ascendiendo, hinchándose, ensanchándose en la noche, regalándole su calor…

-¡Irián, basta!

La niña salió de pronto de su cálida ensoñación, sin comprender bien a qué venía aquella advertencia. Esmeralda la taladraba con una furiosa mirada, mientras que su acompañante esbozaba media sonrisa tras el fuego, ahora convertido en apenas unos exiguos rescoldos.

-Arrópate bien con el manto –le dijo la hechicera.- Esta noche no dormirás junto a la lumbre.

Y sin añadir nada más se encaminó hacia la carreta para pasar la noche. El extraño la siguió tras unos segundos, dedicándole antes una enigmática mirada que Irián no supo cómo interpretar.

La niña se sintió confundida y malhumorada. Deseaba con toda su alma conocer los asuntos que habían llevado a aquel extraño hombre hasta ellas, pues eran escasas las distracciones con las que se topaban en su deambular, e Irián había llegado a ese punto en el que la imaginación y la curiosidad eran su único consuelo. Resignada, cogió el manto y se dispuso a dormir lo más alejada posible de la carreta. Los sonidos y los suspiros ahogados que salían de ella cada vez que algún hombre visitaba a la bruja, siempre la incomodaban, pero aquella noche le resultaban especialmente desagradables. Se quedó dormida con las imágenes de la velada dando vueltas en su cabeza: los ojos de aquel hombre de tez oscura, su cara huesuda como la de una calavera.

Un pequeño empujón la despertó horas más tarde. Era el hombre, que llevándose un dedo a los labios le indicó que guardara silencio y lo siguiera. La niña se desperezó deprisa y corrió tras él sin pensárselo dos veces. Una vez que estuvieron más allá de los límites del bosque, el hombre se detuvo y habló así:

-Mi nombre es Giafar. No debes olvidarlo.

-No lo haré –Asintió Irián.

-Observa.

Sacó un pequeño artilugio del bolsillo de su túnica, una especie de punzón plateado que resplandecía como una joya a la escasa luz del alba. Lo cogió con fuerza y apretó la punta contra la palma de su mano hasta que empezaron a manar unas gotas de sangre -Irián lo observaba hechizada y apenas se sorprendió de que se hiriera- Giafar dio entonces la vuelta a su mano y las gotas de sangre se precipitaron al suelo. La niña pudo ver como allí dónde caía el líquido, unas pequeñas mariposas azules nacían de la tierra y empezaban a revolotear perezosamente a sus pies.

Giafar no prestó atención a la sorpresa de Irián, y cogiéndola delicadamente por el mentón, la obligó a mirarle a los ojos.

-Esto es magia y no lo que ella hace –alzó su mano e Irián pudo ver como en su palma no había ni un rasguño.- Esto es el poder, y debes aprenderlo, porque algún día él vendrá a ti, con más fuerza de la que puedes soñar, y deberás elegir entre utilizarlo o dejar que los demás lo utilicen por ti.

Irián había visto muchas cosas en su corta existencia, pero lo que salía de las manos de Esmeralda, todos los portentos que tantas veces la vio obrar, le parecían viciados y corruptos en comparación con aquellas mariposas centelleantes y violáceas que aleteaban alrededor del rostro de Giafar.

-Llévame contigo –suplicó.

El hombre se alejó unos pasos.

-No, debes seguir tu camino, con ella. Pero llegará el día que harás tuyo tu poder y nunca más volverá a utilizarte. Y entonces, no antes, nos encontraremos.

La niña no se atrevió a discutir; se limitó a intentar coger entre sus manos a una de las mariposas. La cazó al primer intento, pero al abrir el puño, cerrado lo justo para no herirla, la mariposa se desvaneció entre sus dedos con un dulce destello plateado. Igual que Giafar, que también había desaparecido entre los árboles, al alzar la vista, como si hubiese sido un sueño.

Y los años pasaron y aunque no volvió a verlo, se encontraron; Irián lo reconoció por su nombre.

Y por su nombre, Irián, fue conocida.

Juego de cretividad para "El cuentacuentos"
Imagen: Cha_feily

Creative Commons License

jueves

"Un día, una tortuga aprenderá a volar"

Leo bastante, podría leer mucho más eso es evidente, pero leo todo lo que el tiempo y mi temperamento me permiten. He leído libros que me han apasionado y libros de los que no recuerdo ni el título. He subrayado las frases que me marcaban -aunque hace años que dejé de hacerlo- he intentado emular las historias que me fascinaron en la mente, y he pasado muchísimas noches en vela, porque, literalmente, era incapaz de parar. Más de la mitad de esas noches de apasionante insomnio se las debo al Maestro. La persona que más me ha hecho reír y soñar. No lo conozco personalmente pero os aseguro que ese dato no cambia en absoluto las cosas. La hambrienta imaginación de éste hombre, su brillantez para crear personajes, invertir la realidad creando mundos totalmente creíbles a la vez que inverosímiles, su forma de mezclar ciencia, filosofía y fantasía, de recrear a la paradójica humanidad a base de descabelladas sátiras, sarcasmos, ironías e insensatas ideas, para mí es un punto y aparte. Está Pratchett, y luego el resto. Y si en el resto tengo que incluir a García Márquez, a Tolkien, a Poe, a Eco, a Byron, a Ende y al mismísimo Shakespeare, lo hago sin ninguna vergüenza, no lo dudéis. No es cuestión de mejores y peores, es una cuestión de niveles de vibración. Pratchett está (o mejor dicho, existe) en una dimensión diferente a la cual sólo es posible acceder a través de su literatura y de su mente. Es el hacedor del multiverso, el amo de las palabras, el caudillo de la fantasía y de la narrativa, vista tal y como para mí tiene que ser vista: un espacio en el que no hay límites de ningún tipo, en absoluto; y lo es por una única razón: que todo esto lo hace utilizando la mejor de las herramientas, el sentido del humor; "su sentido del humor".

Aunque por el tono del blog no lo parezca, me considero una persona con sentido del humor. Por esas cosas del karma, los hados han puesto en mi vida a gente en la que esa cualidad rebosa por los cuatro costados, cada día me río con ellos y doy gracias de poder hacerlo, y también por haber llegado a conocer en su día la obra de éste hombre. Seguramente alguien que pueda leer esto estará convencido de que es una persona divertidísima, chispeante, aguda, perspicaz… y seguramente lo sea. Pero con todos mis respetos, la suma de mi (posible) sentido del humor, "agudeza" o "imaginación" junto a la suma de esas mismas virtudes en todos vosotros, no es ni la sombra de algo que pueda hacer sombra a la sombra de Pratchett.

Soy categórica, no mitómana, que nadie se equivoque. El Maestro no tiene con quien o con qué compararse, él simplemente es Pratchett; algo necesario, el gran contrapunto, un opuesto totalmente imprescindible. Yo, como lectora limitada que soy, le miro desde la distancia y sueño que cuando él se vaya aparezca otro que sea capaz de conseguir, aunque sea lejanamente, que experimente algo parecido a lo que he experimentado leyendo sus libros: esa sensación de que es absolutamente factible reírse de TODO, incluso de la Muerte.

Él -para mí la persona más brillante viva- se ríe de su recién diagnosticado alzhéimer, y yo, como buena y fiel “Kevin” solo puedo decir que a los Auditores de la Realidad, por una vez y sin quererlo (porque son así de rancios...), les ha salido una broma con cierta gracia.

Y claro, aunque me cueste, también me río :0) ¿Qué remedio? La existencia en sí, como imagino que sabéis o bien intuís, es pura paradoja.

¡Larga vida al Maestro!

Algunas perlas:

"LAS VIDAS DE LA GENTE PASAN DELANTE DE SUS OJOS ANTES DE MORIR. EL PROCESO SE LLAMA 'VIDA'."

La Muerte – T.P., El País del Fin del Mundo.

death

"¡Cuando sea la hora de dejar de vivir, definitivamente la Muerte será mi elección número uno!"

Rincewind— T.P., El País del Fin del Mundo.

“Las posibilidades de una entre un millón salen bien nueve de cada diez veces.”

St. Colon. —T.P., Guards!, Guards?

"No se puede aplastar a los infieles cuando se es una tortuga. Todo lo que se puede hacer es lanzarles una mirada significativa".

Dios Om—T,P., Small Gods.

“Nunca, jamás, debías presentarte voluntario. Ni siquiera si un sargento se plantaba allí y decía: 'Necesitamos a alguien para beber alcohol y hacer el amor apasionadamente a mujeres'. Siempre había una trampa. Si un coro de ángeles dijera que los voluntarios para el Paraíso dieran un paso al frente, Nobby era lo bastante listo como para dar un hábil pasito hacia detrás.”

Nobby Nobbs— T. P., Feet of Clay.

“La verdad puede estar ahí fuera, pero las mentiras están dentro de tu cabeza.”

T. P., Hogfather.

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Imagen: Death, de Paul Kidby (ilustrador de T.P)

Para más información: Página de Pratchett,en español

martes

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Camera_Obscura1 Imagen: Larafairie

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-incoherencias varias y fotomanipulación, mías.

lunes

mediocuento

Les_mondes_en_sourdines_by_StilzielLas turbulencias presagiaban lo peor, aún después de tanto tiempo no había conseguido adivinar el origen de aquel extraño fenómeno. Alphae, reina de Vestigium gobernaba su templada tierra en la más completa de las soledades. A pesar de la privación de súbditos con la que transcurría su existencia, su majestad distaba mucho de verse mermada: Alphae reinaba pomposamente sobre las delicadas flores, sobre las briznas hierba y sobre los escasos pájaros que sobrevolaban sus dominios, que consistían, básicamente, en el pequeño montículo sobre el que se asentaba su trono dorado y el diminuto campo florido que lo rodeaba. Aunque sus días se sucedían en una plácida ignorancia del mundo exterior, en ocasiones Alphae se sentía ligeramente afligida por una sensación que nosotros llamaremos, a fin de sintetizar, claustrofobia. Miraba al cielo, atónita, sin comprender qué demonios era aquella bóveda cristalina que cubría su reino de confín a confín. Pero a pesar de vivir en aquella cárcel esférica, experimentaba tan sólo de forma inconsciente su encierro; no deseaba escapar pues no tenía una constancia efectiva de que existiera algo más allá de Vestigium. Sin embargo había algo que la desconcertaba mucho más: los terremotos. No obedecían a ciclo temporal alguno, presentándose siempre de improviso y sin razón aparente. Resultaban tan virulentos, tan portentosos que Alphae se veía obligada a agarrarse con todas sus fuerzas al trono para no caer al cielo, pues la tierra llegaba a dar una vuelta completa en torno a su eje.

Y entonces sucedía lo más sorprendente, cuando iban cesando las sacudidas y todo regresaba poco a poco a la normalidad, en aquel reino sumido en una eterna primavera, indefectiblemente, comenzaba a nevar.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"
Imagen: Stilziel

Creative Commons License
Pd.En breve seguiré con el "sueño de ann", aún no he tenido tiempo de continuarlo (que nadie se corte las venas ni nada de eso, eh? :P) . Gracias y besos, de esos.

domingo

el sueño de ann

“El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación…” Los aplausos sacaron a Ann de su letargo. Echó una somnolienta mirada a su alrededor para ubicarse. La gente se había puesto en pie y aplaudía con ganas al vehemente orador. Lo observó durante un rato mientras éste miraba sonriente al público; después, contó en silencio hasta diez, cogió el abrigo y el bolso y salió de la atestada sala, intentando, más que nada por la fuerza de la costumbre, pasar desapercibida.

Mientras se dirigía a la salida el eco de sus tacones resonaba por los pasillos del edificio, sin embargo no le dio demasiada importancia; seguía siendo invisible para él, en eso nada había cambiado. Ya en la calle un coche oscuro con los cristales tintados se acercó lentamente a ella, la puerta trasera se abrió de golpe. Ann se introdujo en él sin más.

Durante unos minutos no dijo nada, miraba por la ventanilla con aire ausente intentando retrasar su informe lo máximo posible.

-¿Cómo ha ido? ¿Has visto algo?

El conductor le echó un rápido vistazo por el espejo retrovisor y esperó pacientemente una respuesta.

-Nada, cero -contestó Ann tras unos instantes-. No va a ser hoy.

-¿Entonces dejamos la vigilancia? ¿Estás segura?

-Sí, lo estoy.

Continuó mirando a través del cristal pero conocía de sobra el gesto contrariado que asomaba en el rostro de su compañero, que más por respeto que por falta de ganas, se limitó a cerrar la boca. Decidió ignorarlo, sabía perfectamente que muchos miembros del Consejo empezaban a preguntarse por qué se estaba alargando tanto aquel asunto, sobre todo cuando ella era sin duda el agente más eficiente que habían tenido durante siglos, tal vez más de lo que alcanzaba la memoria colectiva de los ancianos. Pero desde que los sueños comenzaron Ann comprendió que aquellas visiones eran diferentes, y tras un intenso combate moral en el que puso en juego todos los intereses que ella consideraba afectados, la balanza se inclinó finalmente del suyo y supo que debía actuar aprovechando los medios que el Consejo había puesto a su alcance; por una vez el altruismo debería esperar.

El coche la dejó en la puerta de su casa. Dudó unos instantes antes de entrar observando la fachada; Ann hubiera preferido algo más privado pero sus preceptores deseaban que estuviese vigilada; las visiones podían llegar en cualquier momento, y algunas eran tan violentas, tan devastadoras, que podía perder la consciencia durante horas, incluso días. Le habían asignado un par de compañeras que por turnos estaban atentas a cualquier cambio que se produjese. En ocasiones como aquella resultaba muy molesto no tener intimidad, pero lo cierto era que Ann se sentía más segura teniéndolas cerca.

Cruzó unas cuantas frases amables con Vera, una muchacha inteligente y discreta que disimulaba bastante mal la admiración que sentía por ella. Le comentó que deseaba estar a solas un rato, para descansar, que no se preocupara. Vera asintió con una dulce sonrisa y prosiguió leyendo su libro. Fue directamente a su despacho. Allí, dentro de los grandes archivadores de color negro que rodeaban la habitación se encontraban consignados todos los casos en los que había colaborado desde que apenas tenía ocho años, edad en la que se había convertido en la psíquica con más potencial registrada en los anales del Consejo.

Al principio fue como un juego, una excusa para dar forma a todas sus visiones sin que nadie la menospreciara por ello. La escuchaban y creían en ella, hacían que se sintiera especial y convencieron finalmente a sus padres para que le retiraran la fuerte medicación que tomaba para controlar, según los médicos, los súbitos ataques de epilepsia. Le costó mucho trabajo aprender a controlar sus visiones pero ellos la habían ayudado, y por encima de todo, habían hecho que comprendiera que aquel don podía ser útil, que con él podía ayudar a mucha gente, incluso salvar sus vidas. Ann, aquel ser frágil e insignificante, dedicaría su existencia a salvar la de los demás; después de una infancia llena de rechazo e incomprensión, se había agarrado a aquella idea como a un clavo ardiendo: el Consejo le había dado un sentido a su vida, una meta por la que seguir adelante.

Cuando se sentía insegura o flaqueaba, pasaba horas en su despacho observando aquellos archivadores, intentando imaginar la cantidad de vidas en las que había influido, aquello que había contribuido a crear. De alguna manera esperaba que aquellos muebles llenos de expedientes le dijeran que el mundo era un sitio un poco mejor porque existía gente como ella.

Pero este caso había resultado diferente, por primera vez durante aquellos largos años, era algo personal. Abrió la carpeta que tenía sobre el escritorio, buscó la foto del hombre entre aquellas hojas que contenían un completo dossier sobre su vida y actividades, la aferró y se aproximó a la ventana. La política del Consejo durante siglos había sido, por decirlo de algún modo, modesta en cuanto a sus expectativas. Nunca pretendieron salvar el mundo, los escasos medios con los que contaban en cada momento de la historia les obligaron priorizar. La cosa no había cambiado mucho en la actualidad; libby_3_by_lloydhughespor ello, intentaban centrar su trabajo en aquellas personas cuyas visiones revelaran que su supervivencia era básica para el bien común; dicho de otra manera, personas cuyo destino marcara la diferencia, intentando de ese modo ampliar el radio de acción de su obra. Ann se obligó a ser astuta; había presentado su propuesta en la última junta realizando un sucinto resumen de sus visiones, y omitiendo, por supuesto, los detalles más importantes. En los días posteriores ninguno de los miembros del Consejo manifestó visiones al respecto. Aún así la propuesta fue aprobada, la mayoría de ellos confiaba más en precognición de Ann que en la suya propia, si ella decía que la vida de aquel hombre era importante, simplemente, lo era.

Y realmente lo era, sobre todo para Ann.

(continuará... o no :P)

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: lloydhughes

martes

...

SUBCONCIENCIA

Has hablado, has hablado y me he dormido.
Pero duermo y no duermo, porque siento
que estoy bajo el supremo pensamiento:
vivo, viviré siempre y he vivido.

Has hablado, has hablado y he caído
en un marasmo... cede hasta el aliento.
Tiempo atrás, en las sombras, me he perdido:
estoy ciega. No tengo sentimiento.

Como el espacio soy, como el vacío.
Es una sombra todo el cuerpo mío
y puedo como el humo levantarme:

Oigo soplos etéreos... sobrehumanos...
Sujétame a la tierra con tus manos,
que si el viento se mueve ha de llevarme.

 

 

 

Alfonsina Storni

Once_Upon_An_Autumn_Night_by_pesare

En honor a quien me lo recordó...

(sigo por aquí, a pesar de mi lucha contra el reloj... os veo pronto)

 

 

Imagen: Pesare

lunes

(skulls always keep a smile)

-¿Qué haces?

-Ver porno. ¿Y tú?

-Pensaba en ti…

-Pues deja ya de perder el tiempo ¿me oyes? No vuelvas a llamar.

Dead_Girl_by_frecklefaced29

No fue una conversación demasiado larga, duró justo lo que tenía que durar. Después de un rato, cuando la aguda e intermitente señal se volvió desagradable, la chica notó que aún tenía el auricular en la mano, y como es lógico, colgó. Excepto por ese pequeño detalle su reacción fue bastante sorprendente: se tumbó en el sofá, chupó indiferente una vez más su cigarro y, de pronto, contra todo pronóstico, comenzó a reír a pleno pulmón. Sus carcajadas llenaron la casa como un perfume, de alguna manera liberándola del aire asfixiante y opresivo que durante los últimos meses la había invadido sin compasión; y aunque en la calle el día tenía el tono plomizo de la ceniza, las habitaciones se llenaron de una insólita y particular luz, como si los muebles, el suelo y las paredes hubieran recordado por fin su verdadero color.

La risa escapaba sin descanso de la boca de la muchacha pero ese hecho no debería llevar a engaño a nadie: ella sufría. Aún le pesaban en la garganta todas las palabras dichas y su cuerpo recordaba desesperado cada una de las caricias y sus correspondientes trayectorias. En su mente no se habían borrado ninguno de los sueños, los silencios y los momentos que compartieron, y aunque lo natural en estos casos es que el centro de mando del cerebro, acuciado por todos esos oscuros sentimientos que nacen de la pérdida de un amor, hubiera enviado la señal correcta a las neuronas, lo cierto es que por irónico o injusto que parezca, este no siempre hace del todo bien su trabajo -gracias a ello somos personas, no máquinas- y suceden estas cosas, absurdas, irracionales… pero que son un verdadero soplo de aire fresco dentro de esa tiránica pauta conductista de acción-reacción aprendida en la que casi siempre vivimos inmersos.

Confusa y aún riendo fue a darse una ducha para ver si se le pasaba; pensó que tal vez fuera más eficaz y menos peligroso que beberse un vaso de agua. Después de un par de minutos bajo el chorro las carcajadas cesaron pero la sonrisa continuaba pintada en su rostro. En su esfuerzo por comprender lo que le estaba sucediendo y aunque la idea le asustaba bastante -pues no sabía que podía encontrar detrás de aquello- intentó aclarar su mente.

-Bien -pensó- él me deja y yo me rio. Me rio a pesar de que le pierdo para siempre. Lo que me dijo carece ahora de significado, los sentimientos que le entregué ya no están en su corazón, y aún así, yo me sigo riendo… - Desconcertada se detuvo unos instantes, cerrando con fuerza los ojos bajo el agua. Me rio porque sigo aquí –continuó- porque aunque él se vaya yo no he muerto, porque mi corazón es fuerte y encuentra todavía un sentido para seguir latiendo. Me rio porque no tengo nada de lo que avergonzarme, porque a pesar de los errores fui auténtica, fui tenaz, fui única, valiente y osada… y me sigo riendo porque su falta de amor no empequeñece en absoluto todo lo que yo siento.

Salió entonces de la ducha, se desenredó el pelo, se vistió corriendo y, sin interrumpir el hilo de sus pensamientos, salió a la calle cerrando la puerta de un golpe.

Puedo reírme porque viviré con ello -se decía mientras bajaba a prisa las escaleras- Quiero reírme porque estoy intacta, porque sin problemas, sin desengaños, sin vacios y sin dolor la vida sería demasiado tediosa y monótona como para sentir siquiera una pizca de emoción, un vuelco en el corazón... y entonces no habría nada que aprender, ninguna forma para continuar creciendo, ningún sentido para seguir adelante… porque no quiero ignorar ni olvidar lo más importante…

-Mientras caminaba por la calle la gente con la que se cruzaba no podía evitar mirarla; la mayoría de ellos, sorprendidos, le devolvían aunque tan sólo fuera un pálido reflejo de aquella sonrisa deslumbrante.

-…que esto, como todo, como lo bueno, como lo malo, como los días y las horas, también pasará.

. . .

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Dibujo: Frecklefaced29

jueves

(-interludio improcedente-)

Nunca suelo hacer entradas de este tipo… pero esta noche me han recordado algo importante, y como tengo ganas de gritarlo a los cuatro vientos hasta desvanecerme por completo, pero por lo-que-sea no puedo, pongo esta canción aquí, a toda castaña, tal y como a mí me gustaba escucharla, y se la dedico a la Yol que fui hace mucho mucho tiempo ya (cuando estos chavales tenían, aunque parezca mentira, apenas 14 años!) y yo era pura tripa y todo corazón.

Por si acaso aquello no vuelve, quiero sepas que nunca lo olvidaré, y a solas, lo sentiré con la misma intensidad, y lo sabes.

Va por aquella tarde y por ésta noche, en la que soy, creo, bastante feliz ^^

Besos para los que quieran besos.

gnarlierbymerkymerxis6

lunes

Πανδώρα

“¿Por qué el mar es azul? -pensó mientras exhalaba una larga y densa bocanada de humo- Tal vez los pensamientos sean algo demasiado vulgar para hacer justicia al azul del mar. No –continuó- la mente quizás no sea suficiente para adivinar qué hay detrás de ese color… “

Pero sus pensamientos fueron desintegrándose, poco a poco, como una suave niebla en el viento.

El humo de su cigarrillo se mezcló con el aire que empujaba su cuerpo, haciéndola sentir casi parte de él. Lo observó fundiéndose en el abismo como si fuera el reflejo de su propia alma, ahora oscura y perdida. Dibujó en el vacío sobre el mar una sombra opaca, y al estudiarla con más atención, creyó ver en ella un atisbo blanquecino que tomaba la forma de uno de sus recuerdos, que escapaba, que huía de sí misma para no volver.

Entonces cerró la boca. Tal vez ese aliento que echaba a volar por encima de las olas era algo que perdía para siempre: ora un recuerdo, ora una mirada, un momento de nostalgia, una ilusión, algo, cualquier cosa, que hubiera formado parte de su esencia y de lo que había sido a lo largo de aquellos años. ¿Y si el aire que exhalaba fuera (muy lentamente) deshaciendo su alma y cada vez que respiraba perdiera con ello su esencia sin solución?

Percibió casi físicamente como a cada segundo que pasaba se iba desintegrando. Su respiración ingenua, necesaria e inevitable, iba horadando perezosa pero inexorablemente su espíritu, y como el viento que en ocasiones aviva el fuego, su excesiva fuerza unida a la cantidad de tiempo en que se entrega a su ímpetu, también lo acaba apangando, dejando tras él tan sólo cenizas, el polvo y los restos de lo que una vez fue y ya no será.

Se imaginó a si misma deshinchada en el suelo como un globo, como un pellejo, una cáscara vacía y hueca, por eso decidió guardar para sí todo su aliento, esos vehementes pedacitos de alma, los atolondrados segundos de vida que escapaban a su antojo, intentando ralentizar todo lo posible el ritmo en que su corazón los hacía viajar en ida y vuelta a través de su cuerpo para acabar fugándose por cualquiera de sus orificios. Y fue tanto el empeño que puso en ello, tanto su tesón para detenerlos, tanta la desesperación por apresarlos, que cuando rendida abrió de nuevo los labios, ya no conocían el camino de vuelta.

Y murió, eso es cierto, y os aseguro que lo hizo con todos esos instantes dentro.

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Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: Elipa

domingo

marh (azul)

Sólo me estaba pidiendo una respuesta y eso era lo que me aterraba.

Pues hay respuestas demasiado crueles a preguntas que jamás deberían ser formuladas.

El viento azotaba su cabello haciéndolo bailar al son de una música inaudible.

Notas, que tal vez fuéramos los únicos capaces de escuchar, de concebir en aquel crepúsculo.

Su mirada, perdida y oscura, parecía examinar un punto en el horizonte, el más lejano.

Con el semblante sereno parecía etérea, evanescente; pero tras su expresión llena de paz, yo reconocía el furioso clamor de un océano aparentemente en calma, que se apoderaba de ella, despacio, como la marea al hacerse dueña de la playa.

Se la veía tan poderosa, tan bella, tan poco humana…

Me miró con sus ojos insondables.

-Dime lo que ves, por favor… -repitió, y de ellos escapó una lágrima.

-Veo el mar, veo el cielo, y veo el horizonte en el que se confunden, y sobre todo te veo a ti en ellos Marh.

Su mirada se volvió a mezclar con las olas, su frágil cuerpo con el aire que las empujaba, y las nubes que empezaban a empañar el cielo, dibujaban formas y rostros que parecían su reflejo en tiempos pasados. Temblaba.

Rodeándola con mis brazos, me acerqué a su rostro.

-Vámonos, aquí ya no hacemos nada.

Entonces sonrió aferrando mis manos, emocionada.

-¿Cuando me haya ido para siempre te acordarás de mi al pasear por esta playa? Porque he decidido que algo de mí se quede en ella…

Pero yo no dije nada, pues hay preguntas que sin quererlo son demasiado crueles y hay respuestas que jamás deberían ser pronunciadas.

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Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Fotografía: X-Horizon

lunes

la princesa de la torre

“Las palabras no significan nada, no son importantes, lo que marca son tus actos, y la coherencia de estos con tus palabras. Por eso –continuó el Rey- que sea este sagrado símbolo el que selle, más allá de lo que se haya dicho en esta sala, el compromiso de mi querida hija Rhia y el Príncipe Escabechina”

Su grave voz envolvió durante unos instantes a los allí congregados que aguantaron la respiración haciendo que reinara el más solemne de los silencios. Rompiendo el encanto, la enguantada mano del Príncipe tomó con rudeza la de Rhia, que se limitaba a observar con atención la punta de sus zapatos mientras todo esto sucedía. El Rey con un gesto, hizo que un ujier acercara una bella jarra de plata. La alzó con ceremonia para que todo el mundo pudiera observarla. Después, y desde muy alto, derramó el cristalino contenido sobre las manos entrelazadas de la pareja, quedando ultimado de este modo el compromiso.

La corte volvió a respirar y con una exclamación de gozo comenzó a aplaudir. Rhia y su flamante príncipe, que apenas podía moverse bajo su roja y aparatosa armadura, tras secar sus manos, se volvieron para recibir las ovaciones impuestas por el protocolo. La princesa alzó por fin los ojos de sus ahora mojados zapatos, e intentó prestar atención a los gestos de respeto y a las sonrisas de felicitación que artificiales brillaban en los rostros de los asistentes; todos ellos tan ricamente engalanados, tan bellamente dispuestos y empolvados que a la princesa, sin saber porqué, le entró un poco de hambre.

La cena de compromiso transcurrió mejor de lo que ella imaginaba; a su lado el Príncipe Escabechina pasó toda la velada preguntándose qué corte de pelo sería más adecuado para aquellos rizos rebeldes que caían por su real cogote, a lo que Rhia contestaba sonriendo y encogiéndose de hombros con timidez, para así poder continuar comiendo. Aunque, por sorprendente que pareciese, aquella conversación era mucho menos molesta que la típica exacerbación de sus talentos para la batalla y los caballos. Rhia sospechaba mientras lo observaba charlar animadamente sobre su delicada melena, que toda aquella parafernalia de la armadura y la gran espada de hoja curva no era más que el disfraz, de un alma bastante cándida, con el que mostrar quizás algo de hombría, pero una vez que aquél desapareciera, presentía que no habría más espacio en su vida que para pelucas y perfumes.

Rhia de repente se sintió algo atontada, miró a su alrededor tratando de fijar su atención; el murmullo de la cháchara del Príncipe se fundió con el resto de voces del comedor en un confuso rumor, llegando a ahogar el sentido de todo lo que escuchaba. Algunas personas alzaban su copa para brindar por la felicidad de la pareja, a lo que el Rey, sentado a su lado, y el Príncipe, sentado al otro, respondían con cortesía y la mejor de sus sonrisas. El humo del tabaco de los hombres, las agudas risas de las mujeres, la música de las fanfarrias y los tambores comenzaron a nublar la atmósfera, o más bien su entendimiento, y sin saber diferenciarlo Rhia se sumergió en una especie de pequeño trance. Se detuvo entonces, inmersa en aquella neblina casi líquida, y se dedicó a observar a dónde apuntaba la mirada de cada uno de los ojos de la corte, los de su padre y los de su futuro esposo, y comprendió, sin asombrarse demasiado, que no era el objetivo de ninguna de ellas: se había convertido en una silla vacía, en un cuerpo sin rostro y sin voz, en la sombra de una princesa a la que nadie prestaba atención.

-Padre.

El Rey, enfrascado como estaba en su perdiz estofada, se volvió accionado por un resorte y echó un vistazo en dirección a su hija, pero sin apenas mirarla. Rhia sintió que sus ojos la atravesaban como si fuese aire.

-¿Eres feliz querida mía?- preguntó el monarca mientras se afanaba con el cuchillo en tronchar un pedazo de ave especialmente duro.

-No padre, no lo soy. Me siento muy desgraciada.

El Rey soltó los cubiertos y acarició el rostro de su hija con cierto afecto, retirándole delicadamente un mechón de cabello que le caía sobre los ojos.

-Lo sé y me alegro mucho –dijo con ternura- Yo también soy muy feliz.

.

.

Rhia se levantó de su silla y abandonó el gran comedor aunque nadie reparó en ello. De camino a sus habitaciones tampoco nadie la entretuvo. Entró en ellas y se miró en el espejo para cerciorarse de que aún era corpórea. Y aparentemente todavía lo era; Ofelia, su gata, también la reconoció. Decidió llevársela consigo pues al parecer era el único ser el mundo que podía hacerle compañía. Cogió una manta, una buena provisión de agua y manzanas, y con ellas, se dirigió a la torre del castillo donde se encerró con llave.

Pasaron los días. Al principio Rhía escuchó cierto alboroto de caballos en los establos, jinetes que partían en todas direcciones y de sirvientes que inspeccionaban cada una de las habitaciones del castillo. En más de una ocasión pudo ver como giraba el pomo de su puerta; hubo algún empujón, algún forcejeo, pero finalmente nadie la abrió.nicoletta ceccoli11

Pasaron las semanas, y el revuelo fue disminuyendo; las cosas poco a poco volvieron a la normalidad. Rhía, sentada en la torre, vio partir a su prometido. Vio a su padre pasear, salir de caza y celebrar con gran derroche los festejos de su cumpleaños. Y vio también como Ofelia, cansada del encierro, se escapaba una tarde por la ventana.

Pasaron los meses, e incluso pasaron los años antes de que la puerta de la torre volviera a abrirse, pero para entonces nadie recordaba ya a la pequeña princesa desaparecida, y aunque lo hubieran hecho, no se habrían percatado de que aquel era su escondite, pues en aquella torre tan sólo quedaba una silla vacía.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: Nicoletta Ceccoli

martes

el diario

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-Premisas falsas, conclusiones estúpidas, la historia de mi vida… -comentó para si misma- ¡Pero de verdad no puedo creer que lo esté diciendo en serio!

El demonio suspiró, se rascó entre los cuernos algo confuso y revisó una vez más sus notas.

-Vamos a ver, aquí lo dice perfectamente claro señorita. Diáfano, diría yo -(añadió con una seductora sonrisa y una mirada torva). -Día 8 de octubre; diario. Y a continuación citaré textualmente -agregó con retintín- “Además de todos los problemas que tengo con mi novio …bla bla bla bla bla… la hipoteca está imposible …bla bla bla bla bla bla…a este paso venderé mi alma al diablo si me pone un piso.

El demonio colocó ante sus ojos una hoja de papel reproducida de su propio diario, mientras señalaba torpemente con su pezuña una frase subrayada dos veces. Ella tomó el escrito y lo releyó estupefacta.

-Como podrá comprobar -continuó la criatura mientras sacaba varios papeles de una satinada carpeta color rojo sangre que guardaba bajo una de sus extremidades- aquí están las escrituras y el certificado de propiedad. Tan sólo tiene que acudir a un notario con estos documentos y…

-¡Pero no es justo! ¡Sólo estaba fantaseando! -le interrumpió ella aún confundida- Es mi diario, como comprenderá, no espero que todo lo que ponga en él se vaya a hacer realidad y que…

-Señorita -cortó el demonio- con el debido respeto, debería usted ser más cautelosa con las cosas que dice y sobre todo con las cosas que escribe… y dónde las escribe.

-¿Cómo qué dónde las escribo? Pues en un diario ¿dónde si no voy a…?- las palabras fueron disolviéndose a medida que las pronunciaba, mientras en su mente se afianzaba imperceptible una absurda idea.

-Aguarde un momento por favor, enseguida vuelvo.

Cerró la puerta con gran estruendo en las narices de la cornuda criatura, que encogiéndose de hombros se dispuso a esperar sentándose en los escalones. Por su parte, no había ningún problema; estaba más acostumbrado de lo que le hubiera gustado reconocer a reacciones como aquella por parte de la gran mayoria de sus clientes.

Instantes más tarde la puerta se abrió de nuevo.

-¿Se refiere usted a “este” diario?

El demonio asintió con aire cansado.

La muchacha sujetaba entre los dedos un pequeño libro encuadernado en cuero negro de páginas frágiles y amarillentas. En el frente, grabado en la piel, había un pentagrama invertido y unos complicados caracteres góticos que en aquel instante consiguió descifrar. “Libro de las Sombras”, ponía.

-Oh. Vaya. -pudo decir.

La criatura asintió de nuevo, comprensivamente.

-Y lo firmé y todo- añadió compungida.

El demonio hizo otro gesto afirmativo.

-Eso me temo.

Suspiró resignada y contempló durante algunos segundos, no sin cierta preocupación, los mellados e impresionantes cuernos del aquel ser carmesí que esperaba repantingado en la escalera frente a su puerta.

-Bueno, y dígame -dijo finalmente- ¿dónde dice usted que está ese piso del que me hablaba…?

Lucifer se puso en pie y poco después, la puerta se cerró tras ellos.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Fotografía: melorah_viollet

[Sé que no me van a dar precisamente un premio con los relatos que estoy escribiendo últimamente, pero es que estoy tratando de coger el ritmillo ^^ gracias por la comprensión]

lunes

bruja

Las lágrimas silenciosas se escurrieron veloces por sus mejillas, pensando en él y en lo mucho que le amaba. Intentó contenerse secando su rostro con el dorso de la mano en un vano intento de evitar que acudieran a sus ojos. Miró el cielo. La luz agonizante anunciaba un ocaso gris y una vigilia sin estrellas, aunque la luna se alzaría llena aquella noche, enmascarada tras la abundancia de las primeras nubes otoñales.

Caminó por el sendero durante largo rato hasta que el furtivo astro llegó a su cénit. El frío se había adelantado y el inclemente viento azotaba sus ropas y su cabello como si tratara de hacerla desfallecer, pero la desazón de su alma no consintió ni por un instante dar tregua a sus dudas, decidida como estaba a enmendar finalmente todos sus desatinos: hallaría en la vieja un remedio contra sus males y todo volvería a ser como antes.

Calada hasta los huesos y temblando de frio divisó por fin entre los árboles más frondosos el viejo y negro carromato. La tenue luz del candil reveló vida en su interior, cosa que no sorprendió a la joven pues recordó lo que se decía de ella en la aldea: “nunca duerme, es tan vieja que ya lo dejó de necesitar”.

Gritó con fuerza para hacerse oír por encima del viento, de tal modo que el par de mulas que descansaban pacíficamente al resguardo del sobradillo, empezaron a roznar y a cocear inquietas. Vociferó sin descanso hasta que una sombra tras el ventanuco le hizo finalmente una seña para que entrara. Al abrir la portezuela un penetrante olor a caldo jugoso la inundó haciéndola caer en la cuenta de lo débil que se encontraba. Las ganas la abandonaron con rapidez en cuanto los olores de aquel agujero infecto fueron condensándose y multiplicándose hasta confundirla con hedores que nunca hasta entonces había sospechado y de los cuales no deseaba conocer el fundamento.

-Malas horas traes niña.- Le espetó de repente la vieja.

La muchacha quedó muda ante la visión de la anciana pues la juzgó todavía peor de lo que le habían contado. Su boca desdentada era un tajo rojizo que se hendía en un pozo sin fondo en el centro de su rostro, si es que rostro se podía llamar a aquella conjunción de arrugas y pliegues que apenas dejaban reconocer entre ellos la nariz y los ojos excepto por su desproporción. Su pelo negro e insólitamente fuerte, le caía hasta la cintura en sucios e irregulares mechones de los cuales colgaban toda suerte de amuletos, cintas y pequeños ídolos.

La joven se santiguó antes de pronunciar palabra, a lo que la vieja contestó lanzando un negro escupitajo al suelo.

-¡Bah!- la apremió con voz ronca y masculina- Di lo que tengas que decir y no me entretengas, que para los viejos como yo el tiempo es oro.

-Oro traigo mi señora- balbució la pobre muchacha todavía amedrentada- por robar vuestro tiempo, pues sois la única que puede librarme de mis desdichas.

-¡Condenados jóvenes!- aulló la anciana sacudiendo con ello todos los potingues que almacenaba sobre la mesa- cuando aprenderéis que nadie salvo uno mismo puede quitarse de encima las miserias…

-Por eso vengo, señora- respondió mirando al suelo con timidez- a enmendar los errores que he cometido… Os imploro que…

-No implores tanto y habla de una buena vez- ordenó la vieja dando un violento golpe en el suelo con su bastón-…y siéntate no vaya a darte un vahído.

La joven aceptó con sobresalto el ofrecimiento de la anciana acomodándose en el único banco disponible, mientras, ésta se removía en su asiento haciendo sonar sus amuletos.

-Hace cosa de unas semanas mi madre vino a visitarla- la voz de la muchacha era apenas un susurro-.Trajo de usted un remedio amoroso pues temía que me quedase soltera… Yo soy todavía joven… pero como puede comprobar, poco agraciada y en mi casa somos ya demasiadas bocas que alimentar…

-Continua -urgió la vieja.

-El caso es que tras mucho pensarlo, le di la pócima que trajo madre al muchacho más apuesto de la aldea.

-¿Y funcionó?

-La boda está prevista para dentro de un mes.

-¿Y se puede saber entonces por qué importunas con tus idioteces a ésta pobre anciana?- vociferó la vieja levantándose y haciendo peligrar de nuevo el equilibrio de todos sus mejunjes.

La muchacha bajó la cabeza, azorada.

-Verá, es que yo no le quiero… bueno sí que le quiero pero…

-Decídete hija porque no te entiendo.

-Pues que sí, le quiero- dijo por fin alzando el rostro- pero no deseo que se case conmigo por culpa de ese brebaje diabólico suyo.

-Ya veo… -murmuró la bruja echando a andar por la exigua estancia- lo que tú deseas es deshacer lo que ya está hecho ¿no?

La sonrisa de la vieja sorprendió a la joven, que asintió con cierta inseguridad.

-Ah, los jóvenes- musitó casi con dulzura pese a lo difícil que resultaba encontrarla en un rostro como aquel- siempre creéis que todo tiene remedio.

-¿Y no lo tiene entonces…?

La huesuda mano de la anciana se alzó antes de que pudiese continuar.

-Pues claro que lo tiene, querida niña- dijo mientras acariciaba la suave mejilla de la joven haciéndola estremecer- pero deshacer lo que ya está hecho conlleva un precio que tendrás que pagar.

La muchacha asintió comprendiendo.

-Lo sé, sé que él dejará de amarme, y que yo sin embargo no podré olvidarle nunca…

-Por lo menos eres lista y no te engañas cobardemente- comentó la vieja echando a andar hacia una de las repisas repletas de pequeños frascos de vidrio.

-Entonces no nos demoremos más- dijo dándose la vuelta y ofreciéndole una pequeña botella cuyo contendido era traslúcido a la vez que espeso-. Asegúrateyaga de poner la mitad del contenido del frasco en el vaso de tu prometido la próxima luna nueva, mientras pronuncias del revés tu nombre en tres ocasiones. Que lo apure hasta el final.

La muchacha tomó el recipiente mientras memorizaba para si las instrucciones.

-Y ahora, si no te importa, deja sobre la mesa esas monedas que traías y permite descansar a esta fatigada vieja.

La muchacha dejó las monedas, dio las gracias y salió del carromato cuando ya despuntaba el alba.

Avanzando por el sendero la joven apretaba con fuerza en su mano la pequeña botella. Las lágrimas volvían a recorrer veloces sus mejillas; lloraba con toda la frustración de quien hace lo correcto, aún sabiendo que aquello mismo será su mayor desgracia.

En la carreta, tras el pequeño ventanuco, un rostro sonreía mientras observaba a la muchacha alejarse.

-“Estos jóvenes” - pensaba- “creen que todo tiene remedio, hasta el mismo amor”.

Se alejó trabajosamente hasta la mesa sobre la que descansaban la mayoría de sus hechizos, eligió uno de ellos y lo observó más de cerca.

-“Esencia de jazmín y agua ligeramente destilada: el filtro de amor ¿Servirá realmente para algo?”- -se preguntó divertida.

Tomó entonces un espejo dorado que guardaba entre sus pertenencias más queridas y se contempló en él sin timidez. El suave y bello rostro, de ojos profundos y turbadores que reflejó el cristal, le lanzó una traviesa mirada.

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Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: desconozco al autor

[notas pendientes: 1-Este cuento está dedicado especialmente a Mun, por sus ánimos y porque es un encanto, y también a una personilla que anda por ahí que siempre me pide cuentos de brujas. Debo aclarar que la musa no estaba por la labor, pero esto es lo que ha salido esta noche después de varios meses en el dique seco (mejor esto que nada). 2. Gracias a Legends, a Skézenté y a mi querida Perséfone por premiarme los tres con el Thinking Blogger Award, de lo que no me he hecho eco en este blog por considerar cualquiera de los suyos es muchísimo más digno que el mío, y lo digo de corazón. Un beso a los tres. 3. Gracias también a todos los que habéis pasado por aqui durante este tiempo para decirme algo, lo que sea: me hacía mucha ilusión. 4. Intentaré ponerme al día con todos, pero, por favor, no seáis demasiado duros si no lo consigo ^^ 5.nota final para dos personas que dicen que me siguen a diario y que justo me enviaron un mail hace apenas unos días (cosas de las sincronicidad, digo yo); creo que es una buena ocasión para matar dos pájaros de un tiro: a. Yo quiero a todo el mundo pero sólo soy amiga de mis amigos. b. No esperes demasiado de mi, ni de nadie (esto es un consejo, aunque joda). c. No soy gótica, como dice Yaya Ceravieja: Yo soy Yo, creo que con eso es más que suficiente.]