Cargando...

jueves

Adiós Varsovia

Abandonó el cigarrillo en el cenicero y murmuró que Varsovia ya no le parecía tan bella.

Tras la cristalera del café una joven tocaba el chelo en la acera junto a un cartel de prohibido aparcar. Su presencia en la calle, junto al púrpura que coloreaba sus mejillas, delataba que para la estación en la que las baladas de Chopin destronaran, en cada parque y teatro de la Ciudad Roja, a Pergolese y a Dvorak aún quedaba mucho. Recuerdo que me sorprendió que su gesto no reflejase, en absoluto, la violencia de las notas que el arco arrancaba a las cuerdas, que vibraban imponiéndose al ritmo lento del paso del tiempo, obligándonos a perder la vista en el rectángulo de cielo encapotado, a precipitarla hacía las azoteas de altos edificios, a los pájaros grises y al inmenso cableado de aquel teleférico que hacía tiempo surcaba la ciudad. Un globo rojo volaba presa de las corrientes luchando por escapar entre las ramas de los árboles que, desesperadas, se estiraban para detenerlo. Cuando por fin se separó de ellas, perdido entre las blandas nubes que ocultaban hasta al más audaz rayo de sol, ambos pensamos al unísono –algo que sucedía continuamente- en el joven camarero, en la brillante gota de sangre que se había precipitado en un hilo desde su boca, hiriendo el blanco inmaculado de su delantal, poco antes de cerrar los ojos para siempre.

Discutimos si aquello había sucedido antes. Ninguno de los dos sabía decir si fue una pescadera de Milán o un frutero en Buenos Aires quien murió de la misma manera. Yo habría jurado que fue un repartidor de gas butano en España, años atrás, aunque aquello no significara mucho para mí. Todos se mezclaban en mi mente, en las arenas del tiempo que poblaban mi memoria desde que estábamos juntos y reconozco que, hasta aquella tarde, nunca intenté poner remedio a tal confusión. Ese había sido mi sacrificio desde el principio, renunciar a llorar todas las lágrimas que cada muerte me habría supuesto, ocultar tras una cortina de indiferencia los sentimientos que los de nuestra especie no deben tener si es que desean sobrevivir. Por el contrario, él suyo fue siempre tratar de recordarlos. Relacionar a unos con otros, los motivos, los lugares, las maneras en que habían muerto… creando un inmenso mapa mental en el que todos estaban unidos de algún modo, en un intento, imagino, de dar algo de sentido al que era su trabajo.

–Hubo una muchacha en una iglesia – dijo de pronto. Vestía de blanco. Llevaba algo en el pelo…

–Un velo y una peineta- contesté, más sorprendida que él ante el súbito recuerdo.

–Sí. Era el día de su boda. Casi una niña.

Había pasado mucho tiempo. Lo recordaba porque fue una de las pocas ocasiones en las que había sentido verdadera envidia de sus lágrimas. En mi mente vi a la muchacha radiante, en un éxtasis de felicidad plena que yo nunca había conocido. Posamos la mano sobre su frente mientras se abrazaba cariñosamente a los suyos e hicimos lo que debíamos hacer. Algo se quebró en su cerebro. Entre las convulsiones, una gota de sangre cayó sobre el intacto velo, grabándose inconscientemente en mi memoria; a fuego en la suya.

Por cosas como esa siempre supe que algún día tendría que irse, pero jamás pensé que sería en Varsovia. Su ciudad.

Aplastó la colilla, que aún humeaba, susurrando, casi para si, que no estaba hecho para aquello. Repitió que Varsovia ya no le parecía tan bella mientras se levantaba de la mesa. Lo que al final resultó cierto, aunque tuve que presenciar como se desvanecía ante mis ojos -esta vez para siempre- para poder percatarme de la trágica realidad.A_smoke__by_Staged

Al hilo de los Retos de Abracadabra (Foro Nuncajamás)

Imagen: Staged

[Con este relato participo en el III Reto propuesto por la iniciativa del Foro Nuncajamás, una especie de taller literario online al que me he unido hace poco con la idea de obligarme a escribir regularmente y, sobre todo, intentar mejorar, cosa que me hace bastante falta. Los Retos están pensados para obligar a los participantes a exprimirse un poco las neuronas y a adquirir soltura en la creación de historias, lo que me va a venir de maravilla ya que últimamente terminar cualquier cosa que estuviera escribiendo se había convertido en una especie de parto creativo, bastante más doloroso que placentero. Con mi participación en él intento quitarle un poco de grandilocuencia al asunto y volverme algo más pragmática a la hora de escribir: aprender a disfrutar de nuevo con ello por mal que me salgan las cosas. Cada nuevo reto lo establece el ganador del anterior. Hay una serie de parámetros establecidos de antemano, pero la cosa puede llegar a complicarse bastante. En esta ocasión doy fe de ello, ha sido complejo, sobre todo llegar a escribir un relato relativamente armónico con la cantidad de cosas que se pedían en tan pocas palabras en principio (600, aunque yo las he sobrepasado en 20) pero he de reconocer que he disfrutado haciéndolo aunque el resultado no haya estado a la altura de lo que esperaba.

Animo a todos aquellos que quieran compartir relatos y aprender un poco a apuntarse a este foro. Somos poquita gente todavía (todo tías por cierto, no estaría nada mal que algún hombre se animara ^^) pero, por lo que he visto hasta el momento, están saliendo cosas muy interesantes.

Besos y pólvora para todos.]