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domingo

La dama en el espejo ( 1ª parte )

At_the_Fair_by_AuroraCodaUna enorme sonrisa asomó a sus labios en los que aún quedaban restos de algodón de azúcar. La tenue luz procedente de la calle se colaba por la ventana de la habitación. Envuelto entre las mantas de su descomunal cama, los ojos del pequeño Jack continuaban muy abiertos y brillaban en la oscuridad llenos de emoción. Su abuela, como cada noche, se había encargado de taparle hasta las orejas y de remeter bien el edredón bajo la cama. - Abu, que no me voy a escapar- decía risueño, y como única respuesta, ella le revolvía el cabello para acabar dándole un rápido beso en la frente; después se marchaba dejando la puerta entornada. A través de la rendija se filtraba un pequeño rayo de luz; normalmente, cuando esa luz se desvanecía Jack llevaba un buen rato dormido, pero aquella noche era diferente: tenía un secreto y era incapaz de sosegarse. Bajo las mantas, oculto en su mano, guardaba su tesoro.

Aquella tarde habían ido a la feria, su abuela, su hermana menor Hannah y él. Ya desde la colina podían observarse los fuegos artificiales que iluminaban el firmamento con decenas de colores, y la inmensa noria que daba vueltas a una velocidad vertiginosa. Por todas partes había vendedores de globos, tenderetes con manzanas de caramelo, palomitas y toda clase de chucherías, los niños iban cargados de peluches y juguetes. Hannah emocionada, pugnaba por desembarazarse de la mano de su abuela y correr hacia cualquier parte. La pequeña era traviesa y despistada, cosa que fastidiaba a Jack, pues le obligaba a estar la mayoría del tiempo pendiente, ejerciendo de hermano mayor, algo con lo que su abuela le atosigaba a menudo.

El sol se estaba poniendo, pero aquello carecía de importancia si estabas en la feria. Cuando llegaba la noche el mundo parecía transformarse misteriosamente. Como por encanto, todo el recorrido se llenaba de gente extravagante y curiosa que bailaba y tocaba extraños instrumentos, haciendo sonar una música disparatada que parecía no tener sentido ni ritmo alguno. De la nada aparecían saltimbanquis, malabaristas, acróbatas, equilibristas, prestidigitadores… cada uno haciendo gala de sus mejores artes. Y toda clase de animales: pequeños monos atados con correas iban saltando de la cabeza al hombro de quien los transportaba, enormes serpientes amarillentas reptaban por el plateado cuerpo de unas muchachas que no cesaban de reír, había ratones amaestrados y un circo de pulgas, un enorme gato tuerto de color azul paseaba en brazos de una hermosa mujer barbuda, un hombre muy grande cargaba con tres pequeños chiguaguas, uno de pie sobre su cabeza, y los otros dos haciendo lo propio sobre sus manos, un búho gris perla revoloteaba alrededor de una gitana que bailaba al son de su pandereta, había incluso un pequeño elefante que parecía sonreír con la trompa mirando hacía el cielo; en sus lomos iba montada una niña muy rubia, o tal vez era una mujer muy pequeñita, Jack no habría sabido decir.

Todos ellos se mezclaban entre la gente de modo que a cada paso que dabas te encontrabas con un nuevo espectáculo que admirar. Hannah reía extasiada y llamaba la atención de su abuela señalando en todas direcciones. Jack observaba todo atentamente con media sonrisa en la cara. En realidad se sentía entusiasmado, pero le costaba demostrarlo abiertamente. Desde que su madre había muerto, reír y pasarlo bien era como una traición a su recuerdo. Su padre les había abandonado cuando Hannah era apenas un bebé, poco después ella había enfermado. Fue una dolencia muy larga en la que su madre fue languideciendo y perdiendo las fuerzas paulatinamente, aún así cuidó celosamente de ellos hasta el final. Se había cumplido un año desde que sé fue, pero para él era como si tan sólo hubieran transcurrido unos pocos días.Masquerade_by_navate Llegó un momento en que casi no podía hablar con ellos, Jack tenía grabada a fuego aquella imagen en el corazón.

Tomaron la travesía principal siguiendo los pasos de Hannah, que tiraba insistentemente de la mano de su abuela, hacia una zona en la que un colosal tragafuegos despedía poderosas y anaranjadas llamaradas al aire. En aquel momento, con la colaboración de su ayudante, se estaba preparando para saltar a través de tres pequeños aros envueltos en llamas. La gente se fue arremolinado a su alrededor formado un círculo, expectante. Ellos tres se situaron detrás de los pebeteros que se habían instalado para prender las antorchas con mayor facilidad. Fue allí donde Jack la vio por primera vez. Su rostro, o mejor dicho la máscara que lo ocultaba, apareció entre las cabezas, detrás de la gente. Era una dama de pelo rojo, muy delicada. A Jack no le chocó en absoluto que fuera enmascarada, todos los comediantes iban disfrazados de una u otra manera, pero aquella mujer, al contrario que el resto, no iba vestida con vivos colores, sino de negro, la única nota de color la ponía su hermosa máscara; además, le miraba fijamente a los ojos.

(Continuará...)

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Fotografía 1: AuroraCoda Fotografía 2: Navate

(Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.)

lunes

llueve...

the_only_star_by_french_Dita

Llueve, pero no es sólo agua de lluvia lo que resbala por mi cuerpo.

Es el universo que derrama su fina ironía mojándome el cabello.

Siempre tan sutil, tan ambiguo, que llego a dudar de sus intenciones.

Aunque sé que de nada sirve intentar salir cada mañana sin plantar los pies en el suelo.

Esquivando los charcos en los que se refleja acechando mi propia mediocridad.

Ni impregnarme con el fulgor del inminente alba, pues negras nubes siempre empañan mis ojos.

Ni buscar la luna en el horizonte, pues no es más que un eco ahogado por el hormigón de los edificios.

Me cruzo con la misma gente gris de mirada vacía, incapaz de verme.

Tan incapaz como soy yo de verlos a ellos.

Caminamos con paso decidido hacía nuestras obligaciones como si se tratase de un paredón escogido.

Y me pregunto que es lo que me diferencia de ellos, qué es lo que me hace especial entre la multitud

¿Acaso corro en dirección opuesta tal y como me gusta pensar?

¿No intento cada día encontrar en su mundo mi lugar?

Un silencio como respuesta es lo único que obtengo.

Mientras continúa lloviendo, y el cielo infinito sigue haciendo gala de su inmensidad.

En la que yo, cada vez, me encuentro más perdida y más pequeña.

Ilustración: French-Dita

(Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.)

último beso

"La última imagen que quedó plasmada en su retina fue la de su asesino; es lo que se denomina persistencia óptica y no tiene nada de extraordinario. Cualquier imagen que perciben los ojos permanece grabada en la retina durante 0,1 segundos aproximadamente. Por ello, si es posible suponer que lo último que ve una víctima antes de morir es el rostro de su verdugo, justo eso es lo que quedaría impreso en esa especie de película fotosensible en el instante final de una vida…"

-¿Le importa que conecte la grabadora?

Por toda respuesta el hombre exhaló una larga bocanada de humo blanquecino. Era joven, de aspecto enfermizo y torturado. Una de sus muñecas se encontraba esposada al brazo de la silla de despacho. En la otra mano sostenía el cigarrillo; la ceniza caía sobre la mesa pero aquel detalle no parecía preocuparle.

La doctora pulsó el botón y la cinta empezó a girar.

-Ha sido su abogado quién ha solicitado este examen, aunque esto es tan sólo una sesión previa, para aclarar los hechos. Nada de lo que se diga en este momento podrá utilizarse en su contra en el futuro. Simplemente servirá para determinar su estado psicológico en el momento de la detención.

El hombre la miró por primera vez, impasible. Tenía los ojos vidriosos y rojizos, probablemente había estado llorando. El cigarro casi consumido le quemaba ya los dedos, pero tampoco parecía percatarse.

-Bien- Prosiguió la doctora- cuénteme qué ocurrió anoche.

Durante varios segundos el silencio se apoderó del cuarto; tan sólo se podía escuchar el murmullo de la cinta girando en el interior de la grabadora.

-No me creerá.

Desde que le detuvieron no había pronunciado ni una sola palabra. Su voz delató emoción.

-Pruebe.

-Yo no la maté.

A continuación, el hombre relató su versión.

Mariam era una mujer extraña, de esas que aparecen en tu vida sin saber porqué y sin saber porqué, un buen día se marchan. Aún sabiéndolo se enamoró perdídamente de ella. Cuando la historia terminó, él protestó todo lo que puede protestar alguien que sabe de antemano que su relación tiene fecha de caducidad. Ella se limitó a escuchar amistosamente y a cerrar la puerta al salir. No volvieron a verse hasta aquella sombía noche.

Contactó con él por teléfono, estaba nerviosa y necesitaba verle. Quedaron en el café de siempre pocas horas más tarde. La encontró muy cambiada. Mariam poseía una belleza hiriente, su rostro pálido y largo le confería un aspecto frío; su cuerpo menudo le aportaba cierta apariencia de languidez, pero el conjunto resultaba tremendamente atractivo; sin embargo, se presentó ante él ojerosa y descuidada, hablaba arrastrando las sílabas como si estuviese ebria. Las manos le temblaban mientras sujetaba la taza.

La cita transcurrió entre miradas nerviosas y silencios incómodos. Él pregunto por qué quería verle. Para despedirme, respondió ella. ¿Dónde vas? A ninguna parte, contestó. ¿Puedo hacer algo por ti? Preguntó él. Sí, en realidad sí, dijo Mariam.

Quería que la acompañara al metro. Tras la desconfianza inicial ante la petición, en atención a su estado de nervios, accedió a seguirla con la inocente creencia de que una vez allí ella le confesaría los verdaderos motivos de la cita. Entraron en la estación más cercana, y sin decir una sola palabra, comenzaron a descender por interminables escaleras mecánicas y a recorrer pasillos asfixiantes. Finalmente llegaron a un túnel, el andén estaba desierto. El reloj analógico marcaba cincuenta segundos hasta la llegada del siguiente tren.

-¿Quieres saber porque te dejé?

La maloliente brisa que recorría los túneles hacía ondear su cabello. Le miraba a los ojos con una intensidad que no recordaba.

-Si, realmente estaría bien saberlo.

-Creo que te amaba demasiado para quedarme a tu lado…

Mariam cogió su mano, su tacto era suave y frío. Primero se acercó a su cuerpo, después a su rostro, un instante más tarde, le estaba besando. Sorprendido, al principio se dejó hacer sin saber bien cómo reaccionar. Fue la calidez de sus labios lo que decidió, hizo que renacieran en su mente los recuerdos, el deseo, incluso sentimientos que él creía extinguidos en su mayoría. La abrazó, la acarició y se dejó envolver por la ocasión, sin dejar que en ningún momento que la realidad estropeara aquel pequeño regalo. Desde que ella se había marchado se encontraba perdido, y por primera vez, en muchos meses, volvió a sentirse bien. Ella le besaba con una desesperación que no supo interpretar, sus manos se aferraban alrededor de su cuerpo con fuerza, casi con violencia. Un posible espectador habría imaginado que ambos estaban borrachos o colocados, lo cierto es que parecían bailar con una música que nadie más escuchaba. Mariam se abalanzaba sobre su cuerpo haciéndolo retroceder cada vez más, pero él se encontraba tan ahogado entre sus besos que no se daba cuenta de nada: no escuchaba, no veía, no percibía otra cosa que no fuera ella. Tenía los ojos cerrados con fuerza, el suelo comenzó a vibrar, ella puso las manos en sus mejillas y se sumergieron en un nuevo beso.

La sensación fue como una punzada, notó un intenso dolor que apenas supo identificar, estaba demasiado adormecido y embriagado por las sensaciones. Cuando la molestia se volvió insoportable, comprendió. Ella mordía ferozmente su labio, desgarrándolo, parecía querer arrancárselo de un mordisco; percibió el sabor su propia sangre. No entendía nada, la empujó con furia, intentando quitársela de encima.

Mariam tropezó, cayó en las vías justo en el instante en el que el tren hacía su entrada en la estación.What_We_Keep_Inside_by_beautifuliar

-¿Me cree?

La doctora pulso el botón de la grabadora y la cinta dejó de girar. Aquel hombre la miraba lleno de impotencia desde el otro lado de la mesa. Lo único que fue capaz de sentir fue lástima.

-Si, le creo. Pero eso no puede ayudarle.

Sin decir más la mujer abandonó el despacho. Afuera aguardaba el inspector para preguntarle sobre sus impresiones.

-Bien ¿qué dice?

-Qué él no lo hizo.

-La cámara de seguridad lo grabó todo.

-Lo sé.

-Y usted ¿qué piensa?

La doctora sacó la cinta de la grabadora y la introdujo en su bolso, se lo colgó al hombro, cogió su chaqueta, y finalmente se digno a mirar al inspector.

-Pienso que no es un tipo con suerte. Buenas noches.

Y se fue a su casa con la firme intención de dormir catorce horas y no pensar más en aquel asunto. Pero mientras las puertas del ascensor se cerraban no pudo evitar ver en su mente los ojos de Mariam, en el interior del andén, una décima de segundo antes de que el tren la arrollara.

"En la mayoría de ocasiones ese último fotograma grabado en la retina carece de importancia, no sólo porque no exista una técnica capaz de revelar semejante negativo, sino porque lo único que convierte a un asesino en asesino, es una intención, una voluntad, no un simple reflejo en otra mirada. Sin embargo, a veces, lo que convierte a una víctima en víctima es tan sólo su necesidad de serlo."

Fotografía: beautifuliar

(Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.)

No es valiente...

No es valiente, me dijiste, quien condena su existencia a la prisión de la memoria

A la sombra de unos días que transcurrieron sin pedir permiso de nadie

¿Dime quién puede secar la corriente del río salvo quizás el sol implacable?

¿Dime si no es absurdo malgastar nuestras exiguas fuerzas en someter

a un verdugo que no sabe de compasión?

Cómo quien al ver un lago cree saber lo que es el océano,

Cómo quien juega al escondite en una habitación vacía.

Los recuerdos son una marca en la piel imposible de borrar,

Las cicatrices del alma que sin querer refleja nuestra mirada perdida en el horizonte

Que nos acompañan prendidos del cuerpo, como un pesado equipaje.

Las cadenas que traban nuestras alas, las más severas sentencias

Las peores cárceles que existen, pues no es necesario haber cometido un crimen para ser preso en ellas,

Tan sólo es preciso estar en este mundo y que la vida te suceda,

Y de eso, hasta el momento, todos somos culpables.

Confiar que puedes atesorarlos y convivir con ellos es como probar un bálsamo que al final sabe a veneno

En la realidad no hay bestia más despiadada que aquella que se adueña de tu presente -lo único que posees- arrebatándote y determinando tu futuro.

Los recuerdos son el ancla que no deja zarpar este barco, me dijiste, y tal vez ya sea hora de partir.

I_can_Fly_by_x_horizon

Fotografía: x-horizon

(Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. )