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lunes

sin pies ni cabeza.

Capítulo 1º: De cómo descubrí que soy extraterrestre.

Llegó la oscuridad, y con ella, una lágrima. Por suerte no todo llega en el orden oportuno. Con el tiempo se aprende –la mayoría de las veces de forma inconsciente- que los acontecimientos no tienen por qué ser lineales, aunque desde luego las estructuras mentales parecen estar preparadas para ello. Es como si tuviéramos el cerebro alicatado con una serie de baldosas grabadas con números ordinales (a modo de camino de baldosas amarillas, pero tal vez un poquito más sobrio): la primera, la segunda, la tercera, la cuarta... Vas poniendo tu pie mental sobre ellas, de una en una, sin saltártelas, ya que la anterior es una consecuencia necesaria de la siguiente, y así, como por arte de magia, van apareciendo una detrás de otra, hasta que la cadena de acontecimientos se termina, bien para comenzar una nueva, bien para estancarse en un número del que, a veces, uno puede llegar a sentirse preso. ¡Cuánto mal ha hecho tanta matemática a nuestras tiernas y sensibles neuronas! Pero no se debe desesperar, siempre hay un consuelo: gracias al cielo y a Cortázar existen las Rayuelas, gracias a la Liebre existen los atajos –gracias a la de Marzo, las prisas-, por no hablar de los puentes, los saltos, las regresiones, el wu way y toda esa parafernalia New Age, que en definitiva, y a grandes rasgos, viene a definir lo que se suele llamar libre albedrío, en realidad, todo aquello que le aporta un poco de color a esta historia. Desde luego sé, no me engaño, que más de un eventual lector pensará que no hay calada sin cigarro, ni reflejo sin espejo al que asomarse, ni un orgasmo sin sexo… aún así, y debido a qué todavía ando en busca de la iluminación sin haberla obtenido, y por lo tanto, en vez de certezas me conformo con la triste y fría esperanza, creo, y espero -aunque no SÉ- pero me permito decir, que a todo cerdo le llegará su San Martín, tarde o temprano.

Para un cuento esta puede parecer una introducción bastante anómala, -se me ocurren varios sinónimos más que no es cuestión plasmar dado el soporte- no hay personajes, ni planteamiento, ni nudo, y desde luego, por ahora, tampoco hay visos de un verdadero desenlace. Pero ya os advertí desde el principio que no todo tiene por qué aparecer en un orden oportuno y establecido, y ahora que las cosas empiezan a estar claras, añado: podría ser, incluso podrá parecerlo, pero de hecho en este cuento eso no va a suceder así.

En este cuento el único personaje eres tú y, tal vez, un poco yo. Tú, en tu grandeza y anormalidad, con esas carencias, virtudes, formas y maneras que posees y te caracterizan que te hacen tan completamente diferente a mí y que al mismo tiempo nos hermanan.

El planteamiento es esa oscuridad precursora de una más o menos cristalina secreción procedente las glándulas lacrimales. Una lágrima, que lo mismo escuece que limpia el lagrimal, que nace del dolor tanto como de la indiferencia, de la pasión del momento o de la indolencia del día a día, que lo mismo llega con una afluencia de sentimientos como de la total ausencia de los mismos. Si lo piensas, no son demasiadas las ocasiones en las que se nos una tanto en el placer y en el dolor como en las lágrimas. Es un gran planteamiento. Llorar como catarsis, como trasformación en un punto muerto; la oscuridad como telón de fondo es simplemente un sustantivo para encajar ese ficticio punto fijo que es un momento.

El nudo es el porqué de esa lágrima cuando la oscuridad es algo establecido a lo que no le podemos dar la vuelta, y, como sabrás, los porqués en cada persona son tantos –en número y en calidad- como pueden ser sus pensamientos, y el pensamiento es la única fuerza –que yo conozco- además de la del amor, que es infinita. Así que elige uno, el que sea, el que más rabia te dé, y vayamos al final.

El desenlace es la respuesta a esa pregunta, por lo tanto, es lo que tú y yo queramos. Puede ser indiscutible, indescifrable, categórico o pueril. Feliz o triste. Tal vez podemos matar a alguien y llorar por él - es un truco que a mí siempre me funciona-. También podemos reírnos, de nosotros, de los demás, de todo. De hecho, si lo deseamos, ni siquiera tiene que existir un desenlace como tal, convirtiendo de esa forma esta pequeña y algo absurda ficción mental en la que he querido enredarte, en una especie de elevada metáfora de la vida misma.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: Nicoletta Ceccoli

*Para ti, tú sabes a quien me refiero

(Aclaración, porque parece ser que no lo sabes: Es para tí cohone!!! anda que... :* No voy a poner tu nombre ni te lo voy a decir en persona -porque me da vergüenza- asi que más vale que te contentes con esto peque ;))

*Lo del cerdo y San Martin es una frase hecha que suele salirme cuando estoy escribiendo un cuento, pero que nunca acabo poniendo. Esta tarde ha sido la mía.

*Sé que llevo un siglo sin pasarme a visitaros pero no tenía el cuerpo para internet. Mi propósito es intentar resarcirme en lecturas, que lo consiga o no tan sólo es cuestión de tiempo, por suerte no de ganas.