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lunes

Πανδώρα

“¿Por qué el mar es azul? -pensó mientras exhalaba una larga y densa bocanada de humo- Tal vez los pensamientos sean algo demasiado vulgar para hacer justicia al azul del mar. No –continuó- la mente quizás no sea suficiente para adivinar qué hay detrás de ese color… “

Pero sus pensamientos fueron desintegrándose, poco a poco, como una suave niebla en el viento.

El humo de su cigarrillo se mezcló con el aire que empujaba su cuerpo, haciéndola sentir casi parte de él. Lo observó fundiéndose en el abismo como si fuera el reflejo de su propia alma, ahora oscura y perdida. Dibujó en el vacío sobre el mar una sombra opaca, y al estudiarla con más atención, creyó ver en ella un atisbo blanquecino que tomaba la forma de uno de sus recuerdos, que escapaba, que huía de sí misma para no volver.

Entonces cerró la boca. Tal vez ese aliento que echaba a volar por encima de las olas era algo que perdía para siempre: ora un recuerdo, ora una mirada, un momento de nostalgia, una ilusión, algo, cualquier cosa, que hubiera formado parte de su esencia y de lo que había sido a lo largo de aquellos años. ¿Y si el aire que exhalaba fuera (muy lentamente) deshaciendo su alma y cada vez que respiraba perdiera con ello su esencia sin solución?

Percibió casi físicamente como a cada segundo que pasaba se iba desintegrando. Su respiración ingenua, necesaria e inevitable, iba horadando perezosa pero inexorablemente su espíritu, y como el viento que en ocasiones aviva el fuego, su excesiva fuerza unida a la cantidad de tiempo en que se entrega a su ímpetu, también lo acaba apangando, dejando tras él tan sólo cenizas, el polvo y los restos de lo que una vez fue y ya no será.

Se imaginó a si misma deshinchada en el suelo como un globo, como un pellejo, una cáscara vacía y hueca, por eso decidió guardar para sí todo su aliento, esos vehementes pedacitos de alma, los atolondrados segundos de vida que escapaban a su antojo, intentando ralentizar todo lo posible el ritmo en que su corazón los hacía viajar en ida y vuelta a través de su cuerpo para acabar fugándose por cualquiera de sus orificios. Y fue tanto el empeño que puso en ello, tanto su tesón para detenerlos, tanta la desesperación por apresarlos, que cuando rendida abrió de nuevo los labios, ya no conocían el camino de vuelta.

Y murió, eso es cierto, y os aseguro que lo hizo con todos esos instantes dentro.

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Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: Elipa

domingo

marh (azul)

Sólo me estaba pidiendo una respuesta y eso era lo que me aterraba.

Pues hay respuestas demasiado crueles a preguntas que jamás deberían ser formuladas.

El viento azotaba su cabello haciéndolo bailar al son de una música inaudible.

Notas, que tal vez fuéramos los únicos capaces de escuchar, de concebir en aquel crepúsculo.

Su mirada, perdida y oscura, parecía examinar un punto en el horizonte, el más lejano.

Con el semblante sereno parecía etérea, evanescente; pero tras su expresión llena de paz, yo reconocía el furioso clamor de un océano aparentemente en calma, que se apoderaba de ella, despacio, como la marea al hacerse dueña de la playa.

Se la veía tan poderosa, tan bella, tan poco humana…

Me miró con sus ojos insondables.

-Dime lo que ves, por favor… -repitió, y de ellos escapó una lágrima.

-Veo el mar, veo el cielo, y veo el horizonte en el que se confunden, y sobre todo te veo a ti en ellos Marh.

Su mirada se volvió a mezclar con las olas, su frágil cuerpo con el aire que las empujaba, y las nubes que empezaban a empañar el cielo, dibujaban formas y rostros que parecían su reflejo en tiempos pasados. Temblaba.

Rodeándola con mis brazos, me acerqué a su rostro.

-Vámonos, aquí ya no hacemos nada.

Entonces sonrió aferrando mis manos, emocionada.

-¿Cuando me haya ido para siempre te acordarás de mi al pasear por esta playa? Porque he decidido que algo de mí se quede en ella…

Pero yo no dije nada, pues hay preguntas que sin quererlo son demasiado crueles y hay respuestas que jamás deberían ser pronunciadas.

Between_Grey_and_Emotion_by_x_horizon
Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Fotografía: X-Horizon

lunes

la princesa de la torre

“Las palabras no significan nada, no son importantes, lo que marca son tus actos, y la coherencia de estos con tus palabras. Por eso –continuó el Rey- que sea este sagrado símbolo el que selle, más allá de lo que se haya dicho en esta sala, el compromiso de mi querida hija Rhia y el Príncipe Escabechina”

Su grave voz envolvió durante unos instantes a los allí congregados que aguantaron la respiración haciendo que reinara el más solemne de los silencios. Rompiendo el encanto, la enguantada mano del Príncipe tomó con rudeza la de Rhia, que se limitaba a observar con atención la punta de sus zapatos mientras todo esto sucedía. El Rey con un gesto, hizo que un ujier acercara una bella jarra de plata. La alzó con ceremonia para que todo el mundo pudiera observarla. Después, y desde muy alto, derramó el cristalino contenido sobre las manos entrelazadas de la pareja, quedando ultimado de este modo el compromiso.

La corte volvió a respirar y con una exclamación de gozo comenzó a aplaudir. Rhia y su flamante príncipe, que apenas podía moverse bajo su roja y aparatosa armadura, tras secar sus manos, se volvieron para recibir las ovaciones impuestas por el protocolo. La princesa alzó por fin los ojos de sus ahora mojados zapatos, e intentó prestar atención a los gestos de respeto y a las sonrisas de felicitación que artificiales brillaban en los rostros de los asistentes; todos ellos tan ricamente engalanados, tan bellamente dispuestos y empolvados que a la princesa, sin saber porqué, le entró un poco de hambre.

La cena de compromiso transcurrió mejor de lo que ella imaginaba; a su lado el Príncipe Escabechina pasó toda la velada preguntándose qué corte de pelo sería más adecuado para aquellos rizos rebeldes que caían por su real cogote, a lo que Rhia contestaba sonriendo y encogiéndose de hombros con timidez, para así poder continuar comiendo. Aunque, por sorprendente que pareciese, aquella conversación era mucho menos molesta que la típica exacerbación de sus talentos para la batalla y los caballos. Rhia sospechaba mientras lo observaba charlar animadamente sobre su delicada melena, que toda aquella parafernalia de la armadura y la gran espada de hoja curva no era más que el disfraz, de un alma bastante cándida, con el que mostrar quizás algo de hombría, pero una vez que aquél desapareciera, presentía que no habría más espacio en su vida que para pelucas y perfumes.

Rhia de repente se sintió algo atontada, miró a su alrededor tratando de fijar su atención; el murmullo de la cháchara del Príncipe se fundió con el resto de voces del comedor en un confuso rumor, llegando a ahogar el sentido de todo lo que escuchaba. Algunas personas alzaban su copa para brindar por la felicidad de la pareja, a lo que el Rey, sentado a su lado, y el Príncipe, sentado al otro, respondían con cortesía y la mejor de sus sonrisas. El humo del tabaco de los hombres, las agudas risas de las mujeres, la música de las fanfarrias y los tambores comenzaron a nublar la atmósfera, o más bien su entendimiento, y sin saber diferenciarlo Rhia se sumergió en una especie de pequeño trance. Se detuvo entonces, inmersa en aquella neblina casi líquida, y se dedicó a observar a dónde apuntaba la mirada de cada uno de los ojos de la corte, los de su padre y los de su futuro esposo, y comprendió, sin asombrarse demasiado, que no era el objetivo de ninguna de ellas: se había convertido en una silla vacía, en un cuerpo sin rostro y sin voz, en la sombra de una princesa a la que nadie prestaba atención.

-Padre.

El Rey, enfrascado como estaba en su perdiz estofada, se volvió accionado por un resorte y echó un vistazo en dirección a su hija, pero sin apenas mirarla. Rhia sintió que sus ojos la atravesaban como si fuese aire.

-¿Eres feliz querida mía?- preguntó el monarca mientras se afanaba con el cuchillo en tronchar un pedazo de ave especialmente duro.

-No padre, no lo soy. Me siento muy desgraciada.

El Rey soltó los cubiertos y acarició el rostro de su hija con cierto afecto, retirándole delicadamente un mechón de cabello que le caía sobre los ojos.

-Lo sé y me alegro mucho –dijo con ternura- Yo también soy muy feliz.

.

.

Rhia se levantó de su silla y abandonó el gran comedor aunque nadie reparó en ello. De camino a sus habitaciones tampoco nadie la entretuvo. Entró en ellas y se miró en el espejo para cerciorarse de que aún era corpórea. Y aparentemente todavía lo era; Ofelia, su gata, también la reconoció. Decidió llevársela consigo pues al parecer era el único ser el mundo que podía hacerle compañía. Cogió una manta, una buena provisión de agua y manzanas, y con ellas, se dirigió a la torre del castillo donde se encerró con llave.

Pasaron los días. Al principio Rhía escuchó cierto alboroto de caballos en los establos, jinetes que partían en todas direcciones y de sirvientes que inspeccionaban cada una de las habitaciones del castillo. En más de una ocasión pudo ver como giraba el pomo de su puerta; hubo algún empujón, algún forcejeo, pero finalmente nadie la abrió.nicoletta ceccoli11

Pasaron las semanas, y el revuelo fue disminuyendo; las cosas poco a poco volvieron a la normalidad. Rhía, sentada en la torre, vio partir a su prometido. Vio a su padre pasear, salir de caza y celebrar con gran derroche los festejos de su cumpleaños. Y vio también como Ofelia, cansada del encierro, se escapaba una tarde por la ventana.

Pasaron los meses, e incluso pasaron los años antes de que la puerta de la torre volviera a abrirse, pero para entonces nadie recordaba ya a la pequeña princesa desaparecida, y aunque lo hubieran hecho, no se habrían percatado de que aquel era su escondite, pues en aquella torre tan sólo quedaba una silla vacía.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: Nicoletta Ceccoli

martes

el diario

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-Premisas falsas, conclusiones estúpidas, la historia de mi vida… -comentó para si misma- ¡Pero de verdad no puedo creer que lo esté diciendo en serio!

El demonio suspiró, se rascó entre los cuernos algo confuso y revisó una vez más sus notas.

-Vamos a ver, aquí lo dice perfectamente claro señorita. Diáfano, diría yo -(añadió con una seductora sonrisa y una mirada torva). -Día 8 de octubre; diario. Y a continuación citaré textualmente -agregó con retintín- “Además de todos los problemas que tengo con mi novio …bla bla bla bla bla… la hipoteca está imposible …bla bla bla bla bla bla…a este paso venderé mi alma al diablo si me pone un piso.

El demonio colocó ante sus ojos una hoja de papel reproducida de su propio diario, mientras señalaba torpemente con su pezuña una frase subrayada dos veces. Ella tomó el escrito y lo releyó estupefacta.

-Como podrá comprobar -continuó la criatura mientras sacaba varios papeles de una satinada carpeta color rojo sangre que guardaba bajo una de sus extremidades- aquí están las escrituras y el certificado de propiedad. Tan sólo tiene que acudir a un notario con estos documentos y…

-¡Pero no es justo! ¡Sólo estaba fantaseando! -le interrumpió ella aún confundida- Es mi diario, como comprenderá, no espero que todo lo que ponga en él se vaya a hacer realidad y que…

-Señorita -cortó el demonio- con el debido respeto, debería usted ser más cautelosa con las cosas que dice y sobre todo con las cosas que escribe… y dónde las escribe.

-¿Cómo qué dónde las escribo? Pues en un diario ¿dónde si no voy a…?- las palabras fueron disolviéndose a medida que las pronunciaba, mientras en su mente se afianzaba imperceptible una absurda idea.

-Aguarde un momento por favor, enseguida vuelvo.

Cerró la puerta con gran estruendo en las narices de la cornuda criatura, que encogiéndose de hombros se dispuso a esperar sentándose en los escalones. Por su parte, no había ningún problema; estaba más acostumbrado de lo que le hubiera gustado reconocer a reacciones como aquella por parte de la gran mayoria de sus clientes.

Instantes más tarde la puerta se abrió de nuevo.

-¿Se refiere usted a “este” diario?

El demonio asintió con aire cansado.

La muchacha sujetaba entre los dedos un pequeño libro encuadernado en cuero negro de páginas frágiles y amarillentas. En el frente, grabado en la piel, había un pentagrama invertido y unos complicados caracteres góticos que en aquel instante consiguió descifrar. “Libro de las Sombras”, ponía.

-Oh. Vaya. -pudo decir.

La criatura asintió de nuevo, comprensivamente.

-Y lo firmé y todo- añadió compungida.

El demonio hizo otro gesto afirmativo.

-Eso me temo.

Suspiró resignada y contempló durante algunos segundos, no sin cierta preocupación, los mellados e impresionantes cuernos del aquel ser carmesí que esperaba repantingado en la escalera frente a su puerta.

-Bueno, y dígame -dijo finalmente- ¿dónde dice usted que está ese piso del que me hablaba…?

Lucifer se puso en pie y poco después, la puerta se cerró tras ellos.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Fotografía: melorah_viollet

[Sé que no me van a dar precisamente un premio con los relatos que estoy escribiendo últimamente, pero es que estoy tratando de coger el ritmillo ^^ gracias por la comprensión]

lunes

bruja

Las lágrimas silenciosas se escurrieron veloces por sus mejillas, pensando en él y en lo mucho que le amaba. Intentó contenerse secando su rostro con el dorso de la mano en un vano intento de evitar que acudieran a sus ojos. Miró el cielo. La luz agonizante anunciaba un ocaso gris y una vigilia sin estrellas, aunque la luna se alzaría llena aquella noche, enmascarada tras la abundancia de las primeras nubes otoñales.

Caminó por el sendero durante largo rato hasta que el furtivo astro llegó a su cénit. El frío se había adelantado y el inclemente viento azotaba sus ropas y su cabello como si tratara de hacerla desfallecer, pero la desazón de su alma no consintió ni por un instante dar tregua a sus dudas, decidida como estaba a enmendar finalmente todos sus desatinos: hallaría en la vieja un remedio contra sus males y todo volvería a ser como antes.

Calada hasta los huesos y temblando de frio divisó por fin entre los árboles más frondosos el viejo y negro carromato. La tenue luz del candil reveló vida en su interior, cosa que no sorprendió a la joven pues recordó lo que se decía de ella en la aldea: “nunca duerme, es tan vieja que ya lo dejó de necesitar”.

Gritó con fuerza para hacerse oír por encima del viento, de tal modo que el par de mulas que descansaban pacíficamente al resguardo del sobradillo, empezaron a roznar y a cocear inquietas. Vociferó sin descanso hasta que una sombra tras el ventanuco le hizo finalmente una seña para que entrara. Al abrir la portezuela un penetrante olor a caldo jugoso la inundó haciéndola caer en la cuenta de lo débil que se encontraba. Las ganas la abandonaron con rapidez en cuanto los olores de aquel agujero infecto fueron condensándose y multiplicándose hasta confundirla con hedores que nunca hasta entonces había sospechado y de los cuales no deseaba conocer el fundamento.

-Malas horas traes niña.- Le espetó de repente la vieja.

La muchacha quedó muda ante la visión de la anciana pues la juzgó todavía peor de lo que le habían contado. Su boca desdentada era un tajo rojizo que se hendía en un pozo sin fondo en el centro de su rostro, si es que rostro se podía llamar a aquella conjunción de arrugas y pliegues que apenas dejaban reconocer entre ellos la nariz y los ojos excepto por su desproporción. Su pelo negro e insólitamente fuerte, le caía hasta la cintura en sucios e irregulares mechones de los cuales colgaban toda suerte de amuletos, cintas y pequeños ídolos.

La joven se santiguó antes de pronunciar palabra, a lo que la vieja contestó lanzando un negro escupitajo al suelo.

-¡Bah!- la apremió con voz ronca y masculina- Di lo que tengas que decir y no me entretengas, que para los viejos como yo el tiempo es oro.

-Oro traigo mi señora- balbució la pobre muchacha todavía amedrentada- por robar vuestro tiempo, pues sois la única que puede librarme de mis desdichas.

-¡Condenados jóvenes!- aulló la anciana sacudiendo con ello todos los potingues que almacenaba sobre la mesa- cuando aprenderéis que nadie salvo uno mismo puede quitarse de encima las miserias…

-Por eso vengo, señora- respondió mirando al suelo con timidez- a enmendar los errores que he cometido… Os imploro que…

-No implores tanto y habla de una buena vez- ordenó la vieja dando un violento golpe en el suelo con su bastón-…y siéntate no vaya a darte un vahído.

La joven aceptó con sobresalto el ofrecimiento de la anciana acomodándose en el único banco disponible, mientras, ésta se removía en su asiento haciendo sonar sus amuletos.

-Hace cosa de unas semanas mi madre vino a visitarla- la voz de la muchacha era apenas un susurro-.Trajo de usted un remedio amoroso pues temía que me quedase soltera… Yo soy todavía joven… pero como puede comprobar, poco agraciada y en mi casa somos ya demasiadas bocas que alimentar…

-Continua -urgió la vieja.

-El caso es que tras mucho pensarlo, le di la pócima que trajo madre al muchacho más apuesto de la aldea.

-¿Y funcionó?

-La boda está prevista para dentro de un mes.

-¿Y se puede saber entonces por qué importunas con tus idioteces a ésta pobre anciana?- vociferó la vieja levantándose y haciendo peligrar de nuevo el equilibrio de todos sus mejunjes.

La muchacha bajó la cabeza, azorada.

-Verá, es que yo no le quiero… bueno sí que le quiero pero…

-Decídete hija porque no te entiendo.

-Pues que sí, le quiero- dijo por fin alzando el rostro- pero no deseo que se case conmigo por culpa de ese brebaje diabólico suyo.

-Ya veo… -murmuró la bruja echando a andar por la exigua estancia- lo que tú deseas es deshacer lo que ya está hecho ¿no?

La sonrisa de la vieja sorprendió a la joven, que asintió con cierta inseguridad.

-Ah, los jóvenes- musitó casi con dulzura pese a lo difícil que resultaba encontrarla en un rostro como aquel- siempre creéis que todo tiene remedio.

-¿Y no lo tiene entonces…?

La huesuda mano de la anciana se alzó antes de que pudiese continuar.

-Pues claro que lo tiene, querida niña- dijo mientras acariciaba la suave mejilla de la joven haciéndola estremecer- pero deshacer lo que ya está hecho conlleva un precio que tendrás que pagar.

La muchacha asintió comprendiendo.

-Lo sé, sé que él dejará de amarme, y que yo sin embargo no podré olvidarle nunca…

-Por lo menos eres lista y no te engañas cobardemente- comentó la vieja echando a andar hacia una de las repisas repletas de pequeños frascos de vidrio.

-Entonces no nos demoremos más- dijo dándose la vuelta y ofreciéndole una pequeña botella cuyo contendido era traslúcido a la vez que espeso-. Asegúrateyaga de poner la mitad del contenido del frasco en el vaso de tu prometido la próxima luna nueva, mientras pronuncias del revés tu nombre en tres ocasiones. Que lo apure hasta el final.

La muchacha tomó el recipiente mientras memorizaba para si las instrucciones.

-Y ahora, si no te importa, deja sobre la mesa esas monedas que traías y permite descansar a esta fatigada vieja.

La muchacha dejó las monedas, dio las gracias y salió del carromato cuando ya despuntaba el alba.

Avanzando por el sendero la joven apretaba con fuerza en su mano la pequeña botella. Las lágrimas volvían a recorrer veloces sus mejillas; lloraba con toda la frustración de quien hace lo correcto, aún sabiendo que aquello mismo será su mayor desgracia.

En la carreta, tras el pequeño ventanuco, un rostro sonreía mientras observaba a la muchacha alejarse.

-“Estos jóvenes” - pensaba- “creen que todo tiene remedio, hasta el mismo amor”.

Se alejó trabajosamente hasta la mesa sobre la que descansaban la mayoría de sus hechizos, eligió uno de ellos y lo observó más de cerca.

-“Esencia de jazmín y agua ligeramente destilada: el filtro de amor ¿Servirá realmente para algo?”- -se preguntó divertida.

Tomó entonces un espejo dorado que guardaba entre sus pertenencias más queridas y se contempló en él sin timidez. El suave y bello rostro, de ojos profundos y turbadores que reflejó el cristal, le lanzó una traviesa mirada.

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Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: desconozco al autor

[notas pendientes: 1-Este cuento está dedicado especialmente a Mun, por sus ánimos y porque es un encanto, y también a una personilla que anda por ahí que siempre me pide cuentos de brujas. Debo aclarar que la musa no estaba por la labor, pero esto es lo que ha salido esta noche después de varios meses en el dique seco (mejor esto que nada). 2. Gracias a Legends, a Skézenté y a mi querida Perséfone por premiarme los tres con el Thinking Blogger Award, de lo que no me he hecho eco en este blog por considerar cualquiera de los suyos es muchísimo más digno que el mío, y lo digo de corazón. Un beso a los tres. 3. Gracias también a todos los que habéis pasado por aqui durante este tiempo para decirme algo, lo que sea: me hacía mucha ilusión. 4. Intentaré ponerme al día con todos, pero, por favor, no seáis demasiado duros si no lo consigo ^^ 5.nota final para dos personas que dicen que me siguen a diario y que justo me enviaron un mail hace apenas unos días (cosas de las sincronicidad, digo yo); creo que es una buena ocasión para matar dos pájaros de un tiro: a. Yo quiero a todo el mundo pero sólo soy amiga de mis amigos. b. No esperes demasiado de mi, ni de nadie (esto es un consejo, aunque joda). c. No soy gótica, como dice Yaya Ceravieja: Yo soy Yo, creo que con eso es más que suficiente.]