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Hay cierto sesgo en la luz
de las tardes de invierno,
que agobia, como el peso
de los cánticos de las catedrales.
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Nos infringe celestiales heridas
que sólo pueden cicatrizar
en las luchas interiores
donde reside su razón de ser.
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Nadie puede orientarse, nadie
su impronta es la desesperación,
un inmenso sufrimiento
que nos expulsa de la atmósfera.
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Cuando aparece, el paisaje escucha…
las sombras detienen su aliento;
cuando se marcha… es como la distancia
ante la belleza de la muerte.
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Emily Dickinson.
Fotografía: Thisyearsgirl
3 Se mojaron.
Como siempre, un gusto impecable
gracias por este hermoso poema y por la imagen que lo acompaña
sabor a otoño atemporal
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