Si llueve durante toda la noche se borrarán los caminos de vuelta a casa- pensó Rowan mientras oteaba con preocupación las oscuras nubes que implacables se aproximaban por el extremo del valle. El viento agitaba su pelo lacio, y sobre el saliente esculpido en la roca, la muchacha podía percibir el característico sabor metálico que precedía a las tormentas.
Una bandada de pájaros negros cruzó el horizonte.
Rowan no quería pensar en augurios, de eso ya se encargaban las viejas de la aldea, pero sabía que Cedric tendría dificultades para atravesar Los Márgenes. Los Márgenes; así era como la gente de su poblado llamaba al cenagoso bosque que separaba el valle de las Tierras de los Pantanos, un inhóspito lugar donde vivían las tribus de los Hombres Pintados. Pero si los pantanos eran tierras llenas de leyendas sobre las que los ancianos contaban historias al calor de los hogares, aquel bosque anegado era un reino completamente distinto. Era costumbre de los lugareños escupir y hacer el signo de protección con las manos cada vez que alguien lo mencionaba. Tan sólo unos pocos conocían sus secretos, y la mayoría de ellos pertenecían al Consejo. Se decía que estaba habitado por bellas hadas capaces de andar sobre las aguas, las cuales, tras seducir a los hombres para concebir con ellos, los ahogaban sin piedad en las ciénagas. Ningún hombre o mujer osaba adentrarse sin un guía iniciado en los misterios, que conociera sus señales y laberintos. Los que lo habían hecho habían perecido ahogados, o bien nunca más se había vuelto a saber de ellos.
Sin embargo Los Márgenes eran el único camino para llegar a los Pantanos, y hacía siete noches que Cedric, con la ayuda de dos de los miembros del Consejo, había conseguido atravesarlos sano y salvo.
Aún así Rowan se preguntó si volvería a verlo con vida. Si sobrevivía a los rituales de los Hombres pintados, probablemente los cenagales y las lluvias torrenciales propias del comienzo de primavera acabarían con él. El viaje de vuelta debería hacerlo tan solo con la protección de los dioses.
Si Cedric conseguía regresar sería el Macho rey aquel Beltane,
Todos los jóvenes consideraban una gran dignidad representar al Macho Rey en las fiestas en honor al gran Dios Bel, dios de la luz, del sol, señor de la fertilidad, y semilla de vida. Cada año en Samhain, la gran sacerdotisa profetizaba quien sería el elegido en el siguiente Beltane, siendo lo común que se escogiera al más fuerte entre los muchachos. Sin embargo, aquel inmenso honor en ocasiones conllevaba un sacrificio mucho más terrible. Si la cosecha de aquel año era insuficiente,
Tras ella un ocaso rojo como la sangre de los sacrificios la iluminaba igual que un mal presagio; el sol se ocultaba por el oeste sin noticias de Cedric.
Rowan había vivido catorce inviernos sin salir nunca de los parajes que delimitaban el valle y tal vez nunca tuviera oportunidad de hacerlo. Sintió lástima por si misma. Sin desearlo se había convertido en una viuda virgen, y en el caso de que Cedric regresara, tal vez lo fuera la primavera siguiente. Pensó en sus sueños, quería ser madre, vivir una vida tranquila alejada de los dioses y las supersticiones que en aquel momento movían tan cruelmente los hilos de su destino. Ella amaba a Cedric con ternura a pesar de su arrogante torpeza. Siempre fue un joven orgulloso, lleno de vida, dedicado más a colmar de rubor el rostro de las muchachas de la aldea, que a sus responsabilidades. Aún así, ambos se habían criado juntos y existía entre ellos un lazo de intimidad, tan natural, tan familiar, que Rowan siempre había sospechado que acabaría desposándola. Aquel día que siempre imaginó dichoso, se había transformado en una condena perversa, ya que no sólo era el destino de Cedric lo que estaba en juego en aquel momento, sino también su propio porvenir; si el joven no retornaba o bien era sacrificado, Rowan tendría que tomar los votos de sacerdotisa, y consagrar su vida al servicio de la causante de su desgracia, tal era la costumbre.
Comenzó a llover, Rowan se arrebujó en el manto. –¡Oh Diosa! ¿Qué intención es la que mueve tu mano?- susurró estremecida por la ira. Frente a ella los altos árboles que lindaban Los Márgenes se agitaban presos de la furia del viento. Las tinieblas se cernían con su negro hábito sobre la tierra, engullendo el abrigo de la luz; era el momento de
Rowan se dispuso a volver a la aldea, la lluvia empezaba a calar su manto y pronto la oscuridad sería absoluta. Dedicó una última mirada suplicante al horizonte, y para sus adentros, una corta plegaría. Deseó con todas sus fuerzas poder distinguir una sombra abriéndose paso por el sendero, pero en lo más hondo de su corazón sabía que lo que sucediera aquella noche no estaba en sus manos, ni en las del aguerrido joven que en aquel momento luchaba por su supervivencia; en realidad una voluntad mucho más antigua, que se perdía en los albores del tiempo, la misma voluntad que durante siglos había guiado el destino de los suyos, ya había escogido, y Rowan supo que la había elegido a ella.
Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"
Fotografía 1: Ficklekat Fotografía 2: LadyMorgana
*Esto es lo que Popi llamaría una remasterización. Me apetecía hacerlo porque, aunque últimamente vuelvo a estar “algo creativa”, apenas tengo tiempo de ponerme a escribir. Además esta historia, es sin duda la que más me “gusta” ( es decir, la que más tolero) de todas las que he publicado en el blog. Ojalá pueda pasarme por los vuestros este fin de semana.