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martes

Sobre mí, sobre todo esto y sobre el puto blogger.

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En los últimos meses me he preguntado en muchas ocasiones por qué continua este blog “abierto”, cuando prácticamente está inactivo, cuando siempre, de alguna manera, escribir aquí queda en un segundo plano de mi existencia. Algunos, generalizando sobre el tema, pensarán que es una cuestión de prioridades -lo cual, he de admitir, se acerca bastante a mi opinión al respecto-. Otros hablarán de una necesidad subjetiva de expresión que surge en ocasiones, cuando las responsabilidades, la rutina y el hastío nos invaden y la imaginación necesita una válvula de escape, que en mi caso concreto se sirve de este medio, la expresión escrita, para hacer de las suyas. Algún loco sin demasiado criterio opinará que es una habilidad innata que lucha por darse a conocer, un talento infravalorado que anhela salir a la luz y que tal vez ocultamos por la responsabilidad que conlleva. Pero quizás alguien, con bastante más tino desde mi punto de vista, hable de eso de lo que a casi nadie le gusta reconocer en voz alta: la muy humana necesidad de reconocimiento.

De niña quería ser egiptóloga. Me creía rara y especial, pero pensaba que excavar tumbas y escribir ensayos sobre ritos funerarios le aportaría a mi vida la suficiente magia y misterio que mi particular carácter requería. Cuando llegó la adolescencia, inmersa en una montaña rusa de sentimientos, sensaciones y contradicciones, entendí que no había sido dotada por la naturaleza de la mente sólida y el pragmatismo necesarios para abordar una carrera humanística, y mucho menos una vida de ese tipo: la realidad me escocía demasiado y cada minuto de existencia estaba plagado de demasiadas incógnitas, demasiados sinsentidos para abordarla con los pies en el suelo. En ese momento entró en el juego la imaginación, toda una rebelde: violada, pisoteada y manchada por la realidad, siempre resurgía de la las cenizas -aunque el Fénix aquí sea una metáfora excesiva- por eso escribía diarios y leía compulsivamente, intentaba alimentarla y atrincherarme detrás de sus murallas. En mi inocencia creía que podría sacar algo positivo de todo aquello, tal vez ser escritora. De igual manera fue derrotada siempre.

Ya de adulta y harta de mi docilidad intenté resucitarla en varias ocasiones sin demasiado éxito. Pasaba un mes escribiendo sin cesar pero ante cualquier revés sentimental, ante la más pequeña de las dificultades, claudicaba, me aburría y me decepcionaba. Comprendí que mi negación de la realidad no era un motivo de suficiente peso para escribir, que al hacerlo no encontraba las respuestas que buscaba y que quizás mis esfuerzos estaban mal encauzados: Γνωθι Σεαυτόν (Nosce te Ipsum o conócete a ti mismo) escribieron los sabios en el templo de Apolo en Delfos, y en ello me encuentro desde entonces.

Quizás con más pena que gloria descubrí muchas cosas: una cantidad ingente de problemas que resolver, de defectos que pulir y una carencia absoluta de talento literario. Pero también fui consciente de una serie de virtudes que competían sanamente con mis defectos, entre ellos una capacidad para transformar la realidad, y en ocasiones, tornarla en algo más bello y, para mí, más real.

Hace unos años comencé a escribir en internet. La razón real para hacerlo fue sentirme especial, así de crudo y simple. Uno –por lo menos alguna vez y aunque sea de forma inconsciente- intenta experimentar en su vida diaria la totalidad de lo que es, de expresar sus inquietudes y de manifestar todo lo bueno y positivo que tiene dentro. Sin embargo no es tan sencillo. Y no es culpa de las circunstancias, ni de los demás que no lo aprecian o no saben hacerlo, ni siquiera de nuestra incapacidad para mostrar todo eso en público; sencillamente no hay culpa. Cada uno sólo observa lo que es capaz de observar y se adentra hasta el límite dónde su mente le permite adentrarse. Pero eso no tiene porqué conllevar por nuestra parte una renuncia a que alguien, eventualmente, sea capaz de contemplarlo.

Por eso tengo un blog, para observar hasta donde mis ojos son capaces de ver y, a la vez, ser observada en la medida de lo posible. Para aprender y mostrar. Para sentirme un poco más yo, más auténtica. Aunque eso no signifique que éste sea el centro de mi existencia y aunque haya mil cauces más propicios para hacer lo que me propongo, esta es una ventana más a la que me asomo de vez en cuando para recordarme y recordar a los demás una parte de lo que soy, y aprender de lo quieran mostrarme. Por eso nunca me decido a cerrarlo, tal vez porque aún no he encontrado otra cosa más acorde con mi carácter, o tal vez porque aún aprendo mucho por aquí.

Toda esta parrafada -aunque larga, pedante y bastante aburrida, también honesta- tiene su semilla en una serie de conversaciones mantenidas con un amigo al que conocí gracias a ésto. Charlamos un millón de veces sobre las pretensiones de la gente al tener un blog, sobre lo que significaba para cada uno de nosotros. Nunca comprendí la importancia que tenía para él el hecho de ser leído, seguido y comentado, ni la decepción que sentía cuando no era así, toda esa tristeza y desilusión. Por supuesto él no es la única persona que desde mi perspectiva le da una excesiva importancia a esas cosas; este pequeño gran mundo está lleno de tonterías tales como te enlazo si me enlazas, te comento si me comentas, te critico si me criticas, en fin, la cuestión es que me entristece observar como alguien querido es capaz de construir un mundo paralelo aquí, en blogger, y confundir esta pequeña y absurda ficción con su propia vida hasta el punto de convertirla en un momento dado en la clave de toda una existencia. Una vez me dijo: “No soy feliz. Quiero cambiar mi vida: abriré un nuevo blog”. Ante mi estupefacción y mi cara de póker intentó echarse atrás, pero una vez que has hecho una afirmación de ese tipo delante de un amigo es un camino sin retorno. Hubo reprimenda, discurso y consejos, pero no hubo nadie para escucharlos. Hace poco volví a hablar con él, estaba atravesando por una situación terrible y estresante; a pesar de ello, el ochenta por ciento de nuestra conversación versó sobre la falta de seguimiento y de comentarios que tiene su blog, en lugar de hacerlo sobre la cuestión más importante: su vida. De nuevo un discurso y más consejos, que pensándolo bien, me ahorraré en la próxima ocasión, si es que la hay.

Todo aquello me hizo pensar en los riesgos de la autocomplacencia, en que en algún momento yo pude llegar a sentir algo parecido, aunque fuera remotamente. En lo legítimo que es el anhelo de ser reconocidos por aquello que creemos, en nuestro fuero más íntimo, que nos hace especiales, y en el error de pensar que cuando ese reconocimiento no existe, dejamos de serlo.

Y si el origen de esto fue mi frustración al observar como alguien a quien aprecio perdía el mundo de vista por el simple hecho de tener un blog en internet, el propósito es el de sincerarme conmigo misma – y con vosotros que quizás lo leáis- y evitar encontrarme algún día en su lugar.

Close_your_eyes_and_feel_it_by_Elena_e

Imagen 1: Antirem Imagen 2: Elena_e

lunes

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Fotografía:ThisYearsGirl

jueves

offtopic

...No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos qué forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el tiempo. E.M.CIORAN

Los días son eternos, tan rápidos en pasar y tan lentos en fluir. Echo de menos todo esto. Un poco a tí, un poco a mí. Supongo que lo añoro todo.