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lunes

una noche cualquiera

Se truncó la noche en áspera y feliz, en oscura y con destellos (yo creo que por las farolas) niebla. Posee ese influjo la noche, el de nublar la mente de quienes se adentran en ella. Es una de las razones por las que trato no salir demasiado cuando oscurece, prefiero la seguridad de mi casa, incluso la seguridad de la casa de otros. Por eso, en un principio, ignoré por completo el comentario de Sonia. “Deberíamos salir por ahí”, dijo. “De juerga”, matizó con calma. Se dedicó a observar mi expresión, aunque sin verla la habría imaginado, y justo cuando pensaba que iba a callar o a cambiar de tema pronunció las palabras mágicas que todo amigo odia escuchar: “me lo debes”.

No me salvé; claro que se lo debía, ¿y qué no? Es mi amiga. Me adentré en ella, a pesar de la niebla y los presentimientos, consciente de que al día siguiente me dolería la cabeza y me arrepentiría de más de la mitad de las cosas que diría y de casi la totalidad de las que haría.

Nada más llegar al bar me aposté en la barra, me rodee de mis compañeras, que por suerte necesitan muy poco para motivarse, e intenté pasar desapercibida. Metí el reloj en la mochila, pensando que los minutos y las horas transcurrirían más deprisa. La niebla penetraba por la puerta hasta nuestro rincón con la gente que abarrotaba el sitio; ese detalle y mi miopía, que en momentos así agradezco, hicieron el resto. El alcohol fluía con facilidad, las cajetillas de tabaco se acababan, la música, por extraño que parezca, me gustaba, pero justo cuando la conversación comenzaba a ponerse interesante, llegó el esperado mercado nocturno. Ése es, habitualmente, el momento en el que yo empiezo a pensar en mi casa, en mi cama y en el libro que hay en la mesita, como si se tratara del mismísimo paraíso, -¡ey, Valhalla, muérete de envidia!- No por nada, estoy más que acostumbrada a que me miren, me calibren, y que, normalmente, me descarten; pero eso no lo hace menos desagradable. ¿Es que a nadie le disgusta? Ese momento en el que todo el mundo comienza a actuar como si estuviera en un escaparate, a exhibirse y a intentar vender su mercancía. Como es lógico mis amigas, experimentando la misma revolución que el resto de la humanidad, insistieron en bailar. Sonia me miraba con sorna mientras arrastraba mis pies hacía la pista, haciendo que me replanteara una vida entera de principios sobre lo que significa la amistad. Decidí que la mejor de las alternativas sería sumergirme en el ritmo y dejar que mi cuerpo hiciera lo propio. Mientras bailaba cavilaba sobre una de mis teorías más asentadas durante largos años de experiencia, y es que en un bar una nunca encontrará al amor de su vida; la gente interesante no está en los bares, la gente interesante está en otros sitios manteniendo conversaciones interesantes con otras personas tan interesantes como ellos, justamente donde debería estar yo en aquel momento. Me encontraba extraviada en estos pensamientos cuando alguien me rozó con fuerza el hombro. Me di la vuelta para ver quién era y todas mis teorías se vieron obligadas a ser enterradas -y sepultadas- en el olvido. Se trataba del amor de mi vida, o por lo menos, la persona a la que durante mucho tiempo llevó ese apodo tan afectado. “Oh, mierda” pensé, “y yo con estas pintas”. A mis pintas no les sucedía absolutamente nada, eran las de siempre, pero he de reconocer que no se me ocurrió nada mejor. Sonreí -el idioma universal de los bares-, el resultado fueron dos besos a modo de saludo y una interminable conversación a gritos. Mientras transcurría notaba como mis amigas revoloteaban a nuestro alrededor lanzándome miraditas burlonas y riéndose de mí. En más de una ocasión estuve tentada de volverme y gritarles “¡eh, qué yo también tengo mi corazoncito!”, sin embargo no habría sido muy considerado por mi parte y tenía cosas más importantes en las que pensar en aquel momento. Ante mis ojos se abría un inmenso abanico de posibilidades, pero sólo me preocupaba una de ellas: el desagravio. Quizás llamarlo venganza no habría sido descabellado, pero mi intención era algo más sutil, más prudente, además de hallarse sofocada por el martilleo constante de mi corazón, lo que a mi modo de ver resulta significativo en mi defensa.

Me concentré en su mirada, no me sorprendió observar en ella el interés suficiente. Habían pasado más de diez años y por aquel entonces éramos un par de adolescentes, y como corresponde a toda historia de este tipo que se precie, él fue mi primer amor; de hecho, fue mi amor durante muchos años después de que me dejara, un sentimiento que fui avivando a medida que los desengaños amorosos se acumulaban, con esa envoltura de tragedia y romanticismo en la que a veces encerramos los recuerdos, como si el más doloroso de ellos fuera el único que realmente nos hizo sentir. Pero ahí estaba, después de tanto tiempo, el brillo en sus ojos, otra vez.

Cuando empezamos a quedarnos roncos me propuso dar una vuelta; acepté en el acto. Me despedí de mis amigas que continuaban riéndose a mi costa. Ignorándolas le seguí a la calle donde el silencio era abrumador. Charlamos sobre trivialidades durante un rato; te acuerdas de tal, fuiste a la universidad, hasta el forzoso en qué trabajas… En un banco, dijo. ¿En un banco? ¿Un tío que con dieciséis años recitaba los sonetos de Shakespeare con una pasión sobrecogedora, que era el actor principal del grupo de teatro y el director del periódico del instituto había acabado en el Bankinter? “Oh, vaya” fue lo único que pude decir. Todas mis alarmas comenzaron a emitir un ruido sordo. Las apagué con alguna excusa del tipo “es que la vida está muy mal” o “los bohemios también tienen que comer” no recuerdo bien, pero el rurún de la palabra aún resonaba molesto en mi mente. Nos acercamos a su coche, un armatoste reluciente y plateado. “¿Es tuyo?” –pregunté cautelosa- “No, es el coche de reserva de mi padre, el mío está en el mecánico… ¿Damos un paseo?” Podría haber puesto mil excusas y haber salido corriendo hacía mi casa, haberme metido en la cama para sumergirme en la placidez del olvido y los sueños, pero no tenía alternativa; su mirada, su porte y su voz seguían siendo exactamente igual de cautivadoras, y para colmo de males, me moría de frío. Entré. Tras unos instantes de incómodo silencio pregunté sobre nuestro destino. Debí morderme la lengua antes de hacerlo, pues aprovechó el comentario para argumentar que era el Destino quien nos había vuelto a reunir. Con la mirada fija en la carretera, sabiéndose observado, comenzó a hacer uso de su arma más peligrosa: la palabrería. Durante un momento fue como si nada hubiera cambiado, utilizaba la tesitura de su voz, ese aspecto, a veces de niño perdido, otras de hombre misterioso, para volvernos locas a todas y llevarnos a su terreno. No me resistí, no hizo falta, su cháchara me resultaba pretenciosa y vacía, su voz, demasiado estudiada. Todo aquello era pura parafernalia; agradecí la oscuridad del coche porque habría sido capaz de leer el desencanto en mis ojos. Pregunté de nuevo dónde me llevaba. “Sorpresa” dijo en un calculado susurro. Cuando el coche empezó a frenar y caí en la cuenta, realmente me sorprendí: nadie podía ser tan tonto. “Genial” comenté. Entre todos los lugares del mundo para seducirme él había escogido el peor.

Aparcó, dejó los faros encendidos y bajamos del coche. Me escurrí por una obertura que había en el lateral de la casa en ruinas. Admito que los recuerdos se agolparon en mi corazón y tuve que hacer acopio de toda mi entereza para sobreponerme. Aquel lugar era nuestro. Desconozco, y tampoco me interesa, el número de chicas a las que llevó al mismo sitio, pero en la memoria seguía siendo mío. No sólo por nuestros encuentros, también porque allí fue donde me rompieron el corazón la primera de las muchas veces que siguieron; sin embargo no experimenté, en todos mis días, un dolor tan lacerante como el que sentí en aquel lugar, aquella tarde.

Noté su aliento en mi pelo, la niebla penetraba por las puertas y ventanas desnudas, la luz artificial del coche desentonaba, pero el calor de sus manosLoser_by_Brungilda era reconfortante. Me acosté con él. O mejor dicho, el recuerdo de la que fui se acostó con su recuerdo.

No me interesa saber si hice lo correcto o no; me vi obligada a cerrar el círculo. Tal vez para no volver a soñar con ello, tal vez porque de adolescente nunca llegué a hacerlo. No fue el desagravio que me había propuesto aquella noche a pesar de que no le devolví ninguna de sus llamadas. Pero ahora, visto con el tiempo, todo ese dramatismo romántico que alimenté durante la mitad de mi vida se ha ido diluyendo como el polvo en el aire. Pienso en la tarde que me dejó y el corazón continúa latiendo con su pausado ritmo, y al acordarme de nuestra última noche, la memoria se desliza ágilmente por encima de todos los besos, de las caricias, de las palabras de amor y de la pasión, para caer en la cuenta de las bragas que dejé olvidadas en algún lugar de la vieja casa, unas de mis favoritas.

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["Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro;

si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra;

si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla"

El arte de la guerra, Sun Tzu]

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"
Imagen: Brungilda

Creative Commons License

23 Se mojaron.

Pugliesino dijo...

Posiblemente el destino y no la deuda con su amiga le hiciese salir aquella noche rumbo al tiempo.Un viaje donde los estereotipos danzan los mismos pasos de siempre,donde la mente no cesa un instante y el cuerpo queda a su merced.Una historia maravillosamente nocturna y mejor contada!
Un abrazo!

Roc dijo...

Al principio no me ha enganchado como otros de tus relatos, pero poco a poco has ido convirtiendo un relato clásico de encuentros y desencuentros juveniles en una historia realmente magistral.
Ya lo decía la protagonista... La gente interesante no estaba en ese horrible y ruidoso lugar, pero como no hay mal que por bien no venga, mira tú por donde el esfuerzo realizado por amistad, le ha servido para saldar una asignatura pendiente y para dismitificar a un imbécil conocedor de sus encantos.
Enhorabuena Tormenta por este estupendo relato.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡¡¡Buenos días enana!!! Como te prometí, aqui me hallo.
Puedo asegurarte que pensé exagerabas y es verdad, exageras.
No te obstines en utilizar siempre la misma voz y entender que de esa forma estás más cerca de hacer literatura. No tiene que ver. Lo mejor que puedes hacer es seguir experimentando para ver que cosas salen de tu imaginación. Te pones barreras a ti misma, supongo que eso no puede ser positivo para el desarrollo creativo.
¿El relato? Me ha gustado. Esta bien escrito, las frases casi se graban en la memoria y me ha caido bastante simpatica la narradora x)

Besos cosilla. Luego hablamos ¿oK?

tormenta dijo...

gracias por los consejos, son importantes por el hecho de venir de tí -aunque a veces sólo digas tontunas- ¬¬
ok, luego charlamos, pero no he pegado ojo en toda la noche, así que no se en qué condiciones estaré... tenme paciencia. un besico.

Vade Retro dijo...

Lo más complicado de intentar cerrar un ciclo que se ha abierto en el pasado es que en vez de poner candados hagan que uno vuelva a sentir hasta tal punto que no hay forma de volver a echar las llaves.
Pero claro, cualquier acción es preferible a no hacer nada y perecer en la eterna duda.
Un abrazo enorme.

Bea dijo...

Adoro esta página. Me encanta sobre todo el diseño. Tan bien cuidado y original.
Un besazo guapa!!!

Jara dijo...

Yo creo que tienes que estar un poco cansada de que siempre te diga lo mismo, pero es que escribas lo que escribas siempre me quedo con ganas de más, aunque esta vez el final era ese, y no se podía llevar mucho más lejos.

Enganchada desde el principio y supongo que porque esa protagonista podía ser cualquiera de nosotras. (es q siempre me siento identificada con trocitos de tus escritos).
Las descripciones dadas, ese ambiente, ese bar, esas amigas... en fin.
muchos besos guapa

Anónimo dijo...

Sobredosis de realismo para acabar con la magia de las primeras relaciones. Sin embargo me inquieta pensar que la protagonista ponga un punto y final. Que busque el refugio de su casa. Que busque a gente interesante, con conversaciones interesantes, en lugar de gente mágica de verdad, no fuegos fatuos. ¿No hay esperanza?

Anónimo dijo...

Pues yo vuelvo a decirte una semana más que me ha encantado. Me ha pasado un poco como a Roc, que el principio no tenía el ritmo al que nos tienes acostumbrado, pero el resultado es maravilloso y me encanta que por fin se haya quitado a ese tipo de la cabeza.
Normalmente cuando nos separamos mucho tiempo de las personas, crecemos con didtintas inquietudes y tu relato es buena prueba de ello.
Besiños.

Anónimo dijo...

Hola niña.
Me he sentido muy identificada con esta historia, no el lo concreto, más bien el la actitud que toma la protagonista. Crece y se da cuenta de que su medida para las cosas ha cambiado tanto como ella, y decide ir más allá, abriendose nuevos caminos. ¿NO? XD. ¡Yo que sé! Pero me ha encantado.

Miles de besos de esos.


Pdd. Respecto al mensaje todo "ok"!

V dijo...

Es un relato que a pesar de que carece de la magia con la que sueles obsequiarnos, no me resulta menos bueno. El final deja tantas cosas sin decir, y , al mismo tiempo, es demoledor.
Un regusto dulce y amargo, como lo es madurar para los seres humanos, eso es lo que me han dejado tus palabras.

tormenta dijo...

Printen: claro que hay esperanza :)
de hecho, aunque no haya sabido expresarlo, la moraleja -tal y como yo la veo- es que la protagonista ha aprendido a ver más allá de las apariencias. Acepta, con el tiempo, que lo que ella busca no lo encontrará donde lo buscan los demás. Magia y apariencia son dos conceptos que están diametralmente separados en su percepción, por eso se libera de las ataduras ficticias del pasado, dándoles la importancia justa que tienen...
En fin, si el relato fuera bueno, habría podido reflejar todo esto mucho mejor, pero es lo que escribí y la idea en aquel momento no me dio para tanto.
Un besillo

JT dijo...

Pues a mí me ha encantado desde el principio. La protagonista está increíblemente bien definida, sus pensamientos, sus actos, sus actitudes... Muy coherente, además de muy bien narrado.

Un placer leerte.

El Peregryno dijo...

En cuanto a tu forma de escribir Tormenta,aveces es tan difícil dar un consejo como recibirlo,y lo único importante es disfrutar con todo lo que la vida te proporcione, en éste caso una herramienta como es la escritura para sugerir o inspirar sensaciones o imágenes; si te gusta tu estilo no tienes por qué cambiarlo, si tienes que abrirlo vendrá por sí mismo según tu propio ritmo...En fin son sólo opiniones de un anciano divagando...
Historia de cruda realidad o ficción, seducción burda de bares y patéticos funcionarios, amenudo es mejor dejar las cosas como un bonito recuerdo...para no olvidarse unas bonitas bragas, entiéndase.
Con mucho afecto, su amigo el pájaro en llamas.
Besos de pólvora.

Anónimo dijo...

Vaya, después de leer lo del mirror mirror hace unos días, por un momento pensé q el relato tenía más de real q de relato.

En cuanto a lo de la discoteca, a poco q pienses es posible q pueda haber unos cuantos en tu situación q en ese momento estén pensando en lo mismo, con lo cual es posible pensar q siempre se puede estar rodeado de gente circunstancialmente interesante x)

Un abrazo.

Anónimo dijo...

No tenía más alternativa que ser ella de una vez por todas.
En cuanto a la escritura algún día tú conseguirás lo mismo, puedes y debes estar segura de mis palabras.
Recuerda que somos faros.
L.

Ricardo dijo...

Hola, Sobri mía: Como siempre, sin comentarios sobre lo que piensa la protagonista.
Ahora, qué es lo que debe logar el escritor/a, sino meterte en la historia, que sientas lo que siente el personaje.
Así, has logrado meterme en esa clima nada grato por el que pasa esta muchacha que se ha decido a cerrar una historia.
Lo que me resulta genial, según mi entender, es el remate: la ciera a tal punto, que lo que más lamenta, es la pérdida de aquellas bragas.

Un beso desde este sur

Donato dijo...

Sin dudas algunas me encanta tu blog, me encanta tu sensibilidad. Me siento muy identificado. Es mi primera vez acá pero te agregué a mis favoritos del explorer.
Nos estamos leyendo.

Anónimo dijo...

Me parece un relato contemporaneo, treintañero y chafa. Si, un poco chafa. Un bohemio en el bankinter, un estar pero ausente, un estuvo bien pero ya me da un poco igual. Solo falta que la narradora tome vino blanco con sus amigas.

De tu siempre fantastico puño y tecla, eso si. Pero a mi no me cae tan bien la narradora. Contra el vino blanco poco se puede hacer.

:-)

besos

Angeles dijo...

Un relato que me hace rememorar y reconstruir. Cuantas veces volvemos una y otra vez al pasado para cerrarlo definitivamente...

Besos!

Anónimo dijo...

Creo que esta es una de las historias (de todas las que he podido leer en mi vida) en la que mejor descrita está la personalidad de la protagonista. No dejas que se nos escape nada, sabemos todo lo que hay que saber para, intentar al menos, ponernos en su piel (en la medida de lo posible, claro) y saber lo que siente y cómo lo siente.

¡CHAPEAU niña! Y mi más sincera enhorabuena!

Un besote y todos los aplausos del mundo!

La gata que no esta triste y azul dijo...

Sinceramente, yo no te puedo aconsejar como escribir, escribe como lo sientas y como te salga. A mi me gusta.
Como te han dicho esta alejado de lo que nos tienes acostumbrados, pero precisamente por eso, por ser algo cotidiano, algo por lo que hemos pasado casi todos, resulta tan cercano y tan real.
Solo puedo decirte que me gusta mucho.

Laura Luna dijo...

Algo muy distinto a lo que te suelo leer, pero no por ello menos bueno :)

Me siento identificada con este relato, me recuerda mucho a mi época adolescente.

Lo del "mercado de la carne" es clavado a cómo está la sociedad fiestera :P

Y muy bien cómo has expresado la voz de la prota, la has hecho muy muy real, tanto que mientras leía me preguntaba si era una relato o algo autobiográfico^^

Te echo de menos, hechicera :)

Un besote, mi dulce vampiresa,
Mun