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lunes

la princesa de la torre

“Las palabras no significan nada, no son importantes, lo que marca son tus actos, y la coherencia de estos con tus palabras. Por eso –continuó el Rey- que sea este sagrado símbolo el que selle, más allá de lo que se haya dicho en esta sala, el compromiso de mi querida hija Rhia y el Príncipe Escabechina”

Su grave voz envolvió durante unos instantes a los allí congregados que aguantaron la respiración haciendo que reinara el más solemne de los silencios. Rompiendo el encanto, la enguantada mano del Príncipe tomó con rudeza la de Rhia, que se limitaba a observar con atención la punta de sus zapatos mientras todo esto sucedía. El Rey con un gesto, hizo que un ujier acercara una bella jarra de plata. La alzó con ceremonia para que todo el mundo pudiera observarla. Después, y desde muy alto, derramó el cristalino contenido sobre las manos entrelazadas de la pareja, quedando ultimado de este modo el compromiso.

La corte volvió a respirar y con una exclamación de gozo comenzó a aplaudir. Rhia y su flamante príncipe, que apenas podía moverse bajo su roja y aparatosa armadura, tras secar sus manos, se volvieron para recibir las ovaciones impuestas por el protocolo. La princesa alzó por fin los ojos de sus ahora mojados zapatos, e intentó prestar atención a los gestos de respeto y a las sonrisas de felicitación que artificiales brillaban en los rostros de los asistentes; todos ellos tan ricamente engalanados, tan bellamente dispuestos y empolvados que a la princesa, sin saber porqué, le entró un poco de hambre.

La cena de compromiso transcurrió mejor de lo que ella imaginaba; a su lado el Príncipe Escabechina pasó toda la velada preguntándose qué corte de pelo sería más adecuado para aquellos rizos rebeldes que caían por su real cogote, a lo que Rhia contestaba sonriendo y encogiéndose de hombros con timidez, para así poder continuar comiendo. Aunque, por sorprendente que pareciese, aquella conversación era mucho menos molesta que la típica exacerbación de sus talentos para la batalla y los caballos. Rhia sospechaba mientras lo observaba charlar animadamente sobre su delicada melena, que toda aquella parafernalia de la armadura y la gran espada de hoja curva no era más que el disfraz, de un alma bastante cándida, con el que mostrar quizás algo de hombría, pero una vez que aquél desapareciera, presentía que no habría más espacio en su vida que para pelucas y perfumes.

Rhia de repente se sintió algo atontada, miró a su alrededor tratando de fijar su atención; el murmullo de la cháchara del Príncipe se fundió con el resto de voces del comedor en un confuso rumor, llegando a ahogar el sentido de todo lo que escuchaba. Algunas personas alzaban su copa para brindar por la felicidad de la pareja, a lo que el Rey, sentado a su lado, y el Príncipe, sentado al otro, respondían con cortesía y la mejor de sus sonrisas. El humo del tabaco de los hombres, las agudas risas de las mujeres, la música de las fanfarrias y los tambores comenzaron a nublar la atmósfera, o más bien su entendimiento, y sin saber diferenciarlo Rhia se sumergió en una especie de pequeño trance. Se detuvo entonces, inmersa en aquella neblina casi líquida, y se dedicó a observar a dónde apuntaba la mirada de cada uno de los ojos de la corte, los de su padre y los de su futuro esposo, y comprendió, sin asombrarse demasiado, que no era el objetivo de ninguna de ellas: se había convertido en una silla vacía, en un cuerpo sin rostro y sin voz, en la sombra de una princesa a la que nadie prestaba atención.

-Padre.

El Rey, enfrascado como estaba en su perdiz estofada, se volvió accionado por un resorte y echó un vistazo en dirección a su hija, pero sin apenas mirarla. Rhia sintió que sus ojos la atravesaban como si fuese aire.

-¿Eres feliz querida mía?- preguntó el monarca mientras se afanaba con el cuchillo en tronchar un pedazo de ave especialmente duro.

-No padre, no lo soy. Me siento muy desgraciada.

El Rey soltó los cubiertos y acarició el rostro de su hija con cierto afecto, retirándole delicadamente un mechón de cabello que le caía sobre los ojos.

-Lo sé y me alegro mucho –dijo con ternura- Yo también soy muy feliz.

.

.

Rhia se levantó de su silla y abandonó el gran comedor aunque nadie reparó en ello. De camino a sus habitaciones tampoco nadie la entretuvo. Entró en ellas y se miró en el espejo para cerciorarse de que aún era corpórea. Y aparentemente todavía lo era; Ofelia, su gata, también la reconoció. Decidió llevársela consigo pues al parecer era el único ser el mundo que podía hacerle compañía. Cogió una manta, una buena provisión de agua y manzanas, y con ellas, se dirigió a la torre del castillo donde se encerró con llave.

Pasaron los días. Al principio Rhía escuchó cierto alboroto de caballos en los establos, jinetes que partían en todas direcciones y de sirvientes que inspeccionaban cada una de las habitaciones del castillo. En más de una ocasión pudo ver como giraba el pomo de su puerta; hubo algún empujón, algún forcejeo, pero finalmente nadie la abrió.nicoletta ceccoli11

Pasaron las semanas, y el revuelo fue disminuyendo; las cosas poco a poco volvieron a la normalidad. Rhía, sentada en la torre, vio partir a su prometido. Vio a su padre pasear, salir de caza y celebrar con gran derroche los festejos de su cumpleaños. Y vio también como Ofelia, cansada del encierro, se escapaba una tarde por la ventana.

Pasaron los meses, e incluso pasaron los años antes de que la puerta de la torre volviera a abrirse, pero para entonces nadie recordaba ya a la pequeña princesa desaparecida, y aunque lo hubieran hecho, no se habrían percatado de que aquel era su escondite, pues en aquella torre tan sólo quedaba una silla vacía.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Imagen: Nicoletta Ceccoli

21 Se mojaron.

Klover dijo...

Hola Tormenta!

Me quedé sin palabras...me ha encantado...como manejas el lenguaje, el sentimiento que haces surgir, la imagen...

Pobre princesa-aire...Lo peor es que no es más que un cuento-analogía con la vida real...

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Qué fuerte me parece... hasta lo de la gata, me parecía hasta normal que una princesa (que mal me caen...) de sus características, pasase inadvertida para el resto se seres pomposos y almidonados, pero que Ofelia también la deje sola...

Es un cuento, sí, pero... ¿y quién no se habrá sentido así alguna vez? Yo creo que una sensación parecida, aunque en una situación, etc. diferentes... es casi que demasiado común...

Mil besos y mil aplausos guapa!!

Pedro dijo...

:O ¡Que bonito! Es sumamente dleicado, me ha encantado. Si puede parecer un poco triste, pero es solo eso apariencia, en realidad la princesa no fue más feliz que cuando tomó su propia decisión.

Un señor cuento, para contarseles a los niños. Solo te ha faltado el colorín colorado...

Un abrazo,


Pedro.

Anónimo dijo...

¡es precioso!

Me encantó la historia, y la forma en que la has contado. A pesar de la tristeza de la princesa invisible, es genial.

Adoro los cuentos como el tuyo. Felicidades por tan bonito relato.

Saluditos

Luz de Luna dijo...

Muy bonito y sobre todo muy delicado. Una retirada a tiempo es una victoria en el caso de la princesa, ¿que pintaba allí, si no le importaba a nadie?

Besitos.

Anónimo dijo...

Buenas!! Hacía tiempo que no pasaba por aki... jeje he estado de vacaciones cuentistas. Y tu has sido casi la primera a la que he leído tras mi vuelta. Y oye, como siempre, me ha gustado mucho mucho!!

Un abrazo!!

Laura Luna dijo...

Me ha encantado, preciosa :D Yo adapto un cuento clásico a la vida real, y tú adaptas la vida real a un cuento clásico. Y cómo no, dejas ver la delicadeza de tu escritura, que dibuja la escena en mi mente y da volumen a tus personajes :) Me ha llamado la atención de la gata (Ofelia, nombre acertado), que incluso ella ignora a su dueña. Y Rhia es, sencillamente, encantadora.
Un besote, linda,
Mun

Juanjo Montoliu dijo...

Un cuento bastante real. ¡Cuánta gente se refugia en una torre al descubrir que tras la armadura no se encuentra lo que uno espera! ¡Y qué tarde se descubre que no sirve de nada desaparecer!
La princesa no sabe que alguien miraba, precisamente aquel para el que ella no tenía ojos. Aquel que no necesitaba armadura para mostrar su hombría, sino que bastaba su mirada para cerciorarse de la misma. La princesa debió de buscar más.

Un beso.

P.D. Si lees el relato escuchando la música, el efecto es impresionante. Felicidades, me ha gustado mucho.

Anónimo dijo...

Por un lado me has transportado al mundo del medievo y por otro, me has recordado mucho a algunas de las películas de barbie. Lo que no puedo dejar de decirte, es que escribes con un talento que raya la perfección.
Pasando a otro orden de cosas, me encanta no ser la única que le entra hambre en los eventos que no digiere y por otro lado, me pasa lo mismo que a tí, porque así lo has reflejado en muchas de tus historias, me parece que me desintegro o me vuelvo invisible, cuando no quiero o no puedo asimilar las circunstancias que me rodean.
Un abrazo y como siempre, un placer pasar por aquí.

Anónimo dijo...

Ainnns... y pensar que la otra noche me lo contaste y no supe entender quién era.

Ahora sí que lo veo.



Yo me imagino a Rhia bailando... seguro que escapó de la torre, lo sé.

Un gran beso talentosa amiga mía.*********
D.
J.
(t.a.d.)

Anónimo dijo...

y como no darse cuenta que estas palabras te pueden trasladar a una realidad aplastante.

Precioso cuento! por un momento me he sentido una niña grande leyendo tus palabras. Incluso me han dado ganas de aporrear la puerta de la torre.

Sentirse invisible, como el aire y lo peor que no sólo sea un pensamiento, sino que resulte ser real.

1 besito guapa.
Jara

Loth dijo...

Qué cuento tan bello, Tormenta. Al leerlo no sólo me ha hecho soñar, sino también reflexionar. Fantasía y filosofía en un solo escrito. Tesigo leyendo, y te enlazo ;)

wannea dijo...

que triste y que bello a la vez... triste por la tristeza de la soledad, de sentirse vacía, de sentirse indiferente, y bello porque las palabras que usas hacen que todo se vuelva de un delicado color bessos!

Anónimo dijo...

Joder...
impresionante. Me gusta el final, triste y melancólico, pero seguramente cierto.
Con esa magia que se huele entre lineas y casi parece cierta...
Tan a gusto como siempre que visito tu morada!
un besote de fresas!!

Anónimo dijo...

uff que ganas ahora mismo de ser esa princesa, encerrarme en esa torre y desaparecer, eso si, creo que me llevaría el gato, para que no se sintiera solo. me ha gustado muchísimo tu historia, pero mucho, mucho. Un beso

Choni dijo...

Ole, ole y ole.

¿Donde hay que firmar para que le den un premio?

Está genial el cuento, en serio. Me das envidia (de la sana :P).

Un beso.

PD: Por cierto, soy Ilmi, ya me iréis viendo poco a poco en El Cuentacuentos :D

Vade Retro dijo...

Cuántas sillas de las que nos rodean están vacías mi querida amiga.
Un abrazo enorme.

Óscar Sejas dijo...

Hace tanto tiempo que no paso por aquí que casi olvido el camino de regreso...sino llega a ser por cierta tormenta que me marcó el camino...jejeje.

Qué decirte una y mil veces. Que te has vuelto a superar a ti misma con todo lo que eso conlleva (y mira que pones el listón alto cada semana). Me ha gustado mucho tu relato de esta semana, como se puede morir en el olvido cuando nadie te escucha, cuando a nadie le importa lo que sientes porque todos parecen tener cosas más importantes que hacer...

Un abrazo y mil flores.

Anónimo dijo...

Sobrina hermosa, qué placer dejarme llevar por tu pluma. Un deleite.
rescato, además, el momento en que el rey le preguunta si es feliz. Qué modo de decirlo todo con una breve escena.
Y el final...Perfecto. Como se suele decir respecto de la construcción de un cuento: Si en algún momento nombrás un revolver, tarde o temprano lo tendrás que usar. Para el caso, la silla.
Sólo que no deja de sorprender. Porque también, como la pregunta del rey, es una metáfora genial.

Y todo, en el marco de tu manejo del lenguaje y la redacción. Miestras leía, tenía la sensación de beber algo muy rico. Cómo decirte, fue como si las palabras me recorrieran la boca.

No sé qué más decirte, que te quiero. Que te tengo presente y que, como corresponde con todo tío que se precie, te envuelvo con mi amor desde este lado del mar, para cuidarte. para que vivas tus experiencias protegida con este colchoncito de amor, para que nada te golpee o te lastime muy fuerte.

Un beso, mi niña, te felicito.

Anónimo dijo...

La evrdad esque hacía tiempo que no apsaba por el cuentacuentosy que no te leía pero esta historia ha sido una genial sorpresa...me gusta la fantasía, la descripción que, desde un momento, hace a Rhia invisible y el final uqe da forma a todo eos...jaja qué más decir..¡om sí! Genial:P

Pugliesino dijo...

Aún envuelto en la humareda del muro derribado puedo percibir mejor la belleza de tu relato. La respuesta del rey es, en su drama, genial. Como y que bien describes ralentizando los ojos de la princesa como se van abriendo en medio del ruído y el sonido de las cadenas del futuro, de su futuro ya escrito. Cómo consigues que podamos oir, casi sentir el silencio que en ella se hace entre tanta indiferencia o asumida presencia. Su marcha de aquel lugar, de la escabechina que pretendían hacer con su vida es un acto no de palabras sino de coherencia consigo misma. Se encerró en la torre y sin embargo tras el amargo descubrimiento fue libre.
Un placer leerte y muchas gracias por ayudarme a derribarlo y seguir manteniendo la llama de la magia viva en tus relatos!
Un abrazo enorme