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miércoles

(hasta la vista)

Without_you____by_WormBaby99
Me estoy despidiendo de alguien... por el momento no creo que se me vea mucho por aquí, no lo sé. Os sigo en silencio (o no)... Un beso para quien desee recibirlo. . . . (Sé que no se ve bien... la imagen es de WormBaby99, pero está (cutremente) modificada (no sólo en las palabras) por mí)

lunes

anoche

La fábrica de sueños cerró por vacaciones, sin embargo, esta noche mi cerebro se ha esforzado por inhibir esa serie de neurotransmisores necesarios para poder hacer del REM una verdadera sinfonía de espejismos. De pronto, percibo como la brisa nocturna acaricia mi cabello, y dulcemente me obliga a abrir los ojos. Veo las estrellas; he paseado bajo ellas durante horas y ahora descanso tumbada en la hierba mientras la luna tiñe de nieve mi piel. Respiro hondo… pretendiendo llegar al estado Alfa; niveles superiores de consciencia… ya sabes. Uno, inspiro, dos, expiro, tres, inspiro, cuatro, expiro, cinco… me besas: siempre me cortas el rollo. Noto tus labios fríos como si la luna te hubiera estado besando y tú me hubieses devuelto ese beso.-Sonríe- me dices, y yo te miro, escucho tu voz y no sonrío. No tengo por qué. Me doy cuenta al ver tus ojos que esto no es más que un sueño, que en este justo instante estoy durmiendo sola en mi pequeña cama y a la vez sigo atrapada en esta especie de alucinación consciente. Me remuevo entre las sábanas pero no puedo despertar. Me incorporo, y la hierba se vuelve pegajosa bajo mis dedos. Miro y veo mis manos verdes; las estrellas comienzan a caer vertiginosas desde el cielo y el bosque se convierte en un campo de batalla. Oigo gritos, alguien gime, conozco su voz y deseo con todas mis fuerzas correr a ayudarla, pero no se donde estoy y no reconozco de donde procede el sonido. Aúllo tu nombre aterrada. Hace unos segundos estabas sobre mi cuerpo pero la irrealidad del ensueño se revela y descubro que estoy tan sola en medio del caos como en mi propia cama. –Si al menos pudiera abrir los ojos un segundo, despertaría- Me pongo en pie y comienzo a andar sin rumbo. Los árboles están ardiendo por todas partes pero yo me siento helada de frío. Huyo del incendio hacía la oscuridad y de pronto ésta lo absorbe todo, luces y sonidos, tan sólo resta un eco ahogado de explosiones que llega del exterior de ningún sitio, donde ahora me encuentro y el murmullo de mi respiración entrecortada. Tengo los pies mojados, tiemblo. Me muevo torpemente en la negrura intentando no tropezar, con los brazos extendidos, siguiendo el repiqueteo de gotas de agua que pronto comienzan a caer sobre mi cuerpo, gélidas.

i wish lost fish

Una luz hiere mis ojos.. Corro hacía ella y tú estás ahí, en el centro de la nada, tranquilo como siempre, sentado con un libro en el regazo. Avanzo desesperada, me arrodillo, te abrazo.

Grito y te pregunto, pero no haces caso de nada de lo que digo, solo me miras y me besas de nuevo. Ésta vez encuentro tus labios muy cálidos; los recibo perpleja pero acabo fundiéndome en ellos y busco tu lengua. Sigo mentalmente el recorrido de tus manos anticipándome a él, conociéndolo de sobra, rindiéndome y a la vez esperándolo con avidez. -¿Qué haces?- pienso- ahora no podemos… ¿No te das cuenta? esta ahí fuera, la he oído!- pero continúo besándote sin hacer nada para detener tu avance bajo mi ropa, gozando con la sensación de mi piel húmeda y fría bajo las yemas de tus dedos.

Y sigo adelante terminando con la docilidad y alejando de mí el sentimiento de culpa que me paraliza las manos, con una mirada afilada. -Nada importa excepto lo que va a suceder- me digo. Y en mi cama, tras una descarga de luz por fin consigo abrir los ojos, y las sábanas son ahora tu piel sobre la que descanso. Me hago un ovillo como siempre, y cierro los ojos para volver a dormir, preguntándome, justo un instante antes de que el sueño vuelva a atraparme, si alguna vez seré capaz de vencer mi deseo y hacer lo que tengo que hacer.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Fotografía: LostFish

el lastre

Los hombros del ángel se estremecían mientras lloraba. Del extremo de sus ojos grises caían lágrimas de azogue que se deslizaban apaciblemente atravesando su rostro inmaculado hasta alcanzar la tierra, donde estallaban sobre los delicados pétalos de las pequeñas flores que se extendían a sus pies allí donde acariciaba el suelo su grácil sombra, tiñéndolas de negro. Los insectos revoloteaban sobre ellas hechizados por el fragante y balsámico aroma que expelían, pero temerosos a la vez no osaban aproximarse demasiado. Un espectador anónimo podría haber aventurado que dicha actitud se debía al miedo, sin embargo se trataba simplemente de un signo de profundo y reverencial respeto.

Cuando las lágrimas por fin cesaron, horas más tarde, mientras el sol moría en el horizonte, el ángel emprendió el descenso de la colina en dirección a la casa donde ella habitaba para dar cumplimiento una vez más a su turbador cometido.

No hubo nada ni nadie que le detuviera. Las puertas se abrieron para acogerle; en el mismo instante en el que atravesó el umbral, el péndulo del gran reloj de la entrada se interrumpió en mitad de su cadencia, suspendido en el espacio, extraviándose por una vez en el tiempo. Sin darle importancia se encaminó hacía las escaleras. Sus pies descalzos apenas acariciaron los peldaños; en el pasillo, la última puerta se apartó en silencio a su paso.

Se acomodó en la mecedora junto al lecho orientado hacia el dorado atardecer que se adivinaba tras la ventana, donde ella reposaba entre enormes y mullidos almohadones, asemejándose más a una niña pequeña que a una anciana de noventa años. El largo pelo plateado pero aún brillante, le enmarcaba el rostro donde la multitud de arrugas que antaño horadaban su expresión se difuminaban en la calma absoluta de su gesto. Abrió los ojos muy despacio.

-“Te has tomado tu tiempo esta vez, viejo amigo.”

Demasiado débil para hablar el tenue hilo de sus pensamientos alcanzó al ángel que la observó conmovido.

-“Confieso que no deseaba venir una vez más a tu encuentro”

Aunque la sonrisa no llegó a asomar a sus agrietados labios, él pudo percibirla.

-“¿Por qué?” -preguntó- “Yo te aguardaba con ansia, viejo amigo. Esta vez ha sido demasiado duro, demasiado largo y estoy muy cansada. Sabes bien que he de seguir adelante…”

Él acercó el dedo índice a sus labios y con aquel sutil gesto, el río de su pensamiento se diluyó en borrosas imágenes hasta quedar por unos instantes sofocado por el aliviante y reparador vacío del olvido. La miró largamente, de forma idéntica a tantas otras ocasiones en las que había ido a su encuentro justo cuando su cuerpo agotado decidía liberar el insoportable peso de su gastada alma. Intentaba desentrañar aquel misterio que desde el principio había estado más allá de su alcance, mientras le concedía aquellos escasos momentos de efímera paz, antes de que la rueda comenzara a girar de nuevo para ella, sin la compasión de concederle el don de olvidar.

-Lo llevarás de nuevo contigo- habló de nuevo y su voz resonó en su conciencia hasta despertarla ligeramente- Todo, el dolor, la amargura, las pérdidas y el desamor que hayas vivido, y a eso le tendrás que sumar todo lo demás. Es una carga demasiado pesada para un humano.

Entonces fue ella la que lo miró fijamente.

-¿Acaso sientes piedad de mi, viejo amigo?- preguntó por fin- ¿Tú, que me has llevado de la mano en cada uno de mis viajes, aún no has comprendido por qué no puedo olvidar?

-No, nunca lo he comprendido.- Las plateadas lágrimas recorrieron una vez más el rostro del ángel - Y aunque alguna vez lo consiguiera -prosiguió- después de todo el sufrimiento que te he visto padecer durante tus existencias, no podría hallar justicia en ello.

Ella, presa del agotamiento final, había dejado de escucharle; su juicio se fue alejando a medida que su corazón bombeaba cada vez más despacio la sangre a sus doloridos miembros. El ángel comprendió que no podía ni debía esperar más. Venciendo su propio rechazo y compasión, se puso en pie sobre ella, y depositó un suave beso en su frente ya tibia, muy similar a cada una de las veces en las que había ido a su encuentro a lo largo de los siglos, para ayudarla a partir, a seguir adelante.

-Tan sólo desearía saber hasta cuándo durará el castigo- le dijo en el último momento.

-Hasta que todos esos recuerdos de los que hablabas, viejo amigo, dejen por fin de ser mi lastre.- pudo contestar ella justo antes de emprender el que por fin sería su último viaje.

the_red_blanket_by_Floriandra

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Fotografía: Floriandra

(i just want to be me)

La mirada que le devolvió el espejo no era la suya, al menos no la que ella recordaba. Mientras se quitaba los pendientes, y aunque no solía hacerlo, se detuvo unos instantes en aquellos tristes ojos suyos, de un color decían los que la amaban, entre pardo y verdoso; castaños para el resto del mundo. Resplandecían a pesar de la exigua luz de la lamparilla de noche -“¿eso siempre ha estado ahí?”- se preguntó confusa; y prestando un poco más de atención comprendió sin sorprenderse que sí, que ese brillo siempre había estado ahí, aunque ella jamás hubiera sido capaz de verlo, incluso de mostrarlo.

Se sentó en el borde de la cama con esa cálida sensación de estrellas en los ojos y su mirada persiguió inconscientemente la serena trayectoria del humo que expelía el incienso de eucalipto que prendía cada noche al llegar a casa. Las volutas se retorcían en espirales para acabar escapando por la ventana a través de la cual la invadían suavemente los artificiales sonidos de la ciudad. Comenzó a imaginar que cada una de esas espirales representaba a las personas con las que compartía su vida, observó como a partir de la minúscula llama se creaban una serie de hélices que danzaban formando entre si curvas y bucles inconstantes, volubles y caprichosos, fundiéndose y separándose a placer hasta terminar confundidos con el cielo azul oscuro.

Continuó dejándose llevar por la sensación. Las volutas de humo dibujaron entonces los rostros de su gente, enormes, gigantescos a su lado, con esas sonrisas suyas que le robaban el corazón y esos ojos brillantes que parecían hablarle sin necesidad de palabras; sabía lo que intentaban decirle. “No estás sola pequeña” susurraban en su mente. “Lo sé” pensaba ella cerrando con fuerza los ojos, intentado que aquella tibieza la inundara durante el máximo tiempo posible, como si se tratase del mejor de los antídotos contra el miedo que la invadía cada noche justo un instante antes de cerrar los ojos y dejar que esa conciencia que a veces confundía consigo misma se alejase.

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Porque para ella dormir es morir, y despertar, una forma renacer una y otra vez, como el Fénix. Le gusta imaginar que un buen día al abrir los ojos por la mañana todo ese miedo la ha abandonado, quedándose atrás, en el otro lado… y así no tener que morir ninguna noche más. Sin embargo despierta y el miedo continúa, y la cuenta atrás hacia su nueva muerte comienza de nuevo. Y sale a la calle con él a cuestas; lo cierto es que unas mañanas pesa más que otras, en las que la fuerza de la costumbre hace el lastre un poco más ligero, pero, y aunque la mayoría del mundo no lo advierta, ese peso que a veces ni ella percibe, le hace encorvar la espalda, bajar los ojos y mirar a la tierra… a ella, que siempre ha querido mirar al cielo (“sobre las copas de los árboles” se dice en silencio mientras se deja acariciar por la brisa “ahí es donde quiero estar”). Pero la tierra la llama de nuevo y sus pupilas ceden a la gravedad de la carga que soporta mientras avanza. Sonríe educadamente y charla con palabras superfluas en conversaciones que la vacían poco a poco. Intenta ser amable, dulce y educada, no desconcertar a los demás sacando a relucir en cada momento su verdadera naturaleza, pero cada vez que lo hace comprende queThe_Fall_by_annejulie se traiciona a si misma, y sin darse cuenta se siente, a medida que transcurren las horas, un poco más miserable, más mezquina, y el único pensamiento que logra salvarla de esa angustiosa emoción son ellos. Los que aceptan sus diferencias como virtudes y saben verla con algo más que los ojos, que la miran sin juzgarla y recompensan sus silencios con sonrisas, calman sus lágrimas con caricias y abrazos (como tiene que ser, como debe ser). Por eso, de vuelta a casa cada noche nunca se olvida de dar gracias, porque son ellos los que le dan el respiro justo que necesita para seguir adelante, fabricando de ese modo el pequeño espacio de universo donde puede ser ella misma.

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Volvió en si. El incienso se había consumido prácticamente y en la soledad de su cuarto seguía dejándose llevar por el cadencioso baile de las mortecinas volutas de humo. El teléfono vibró de pronto, era una señal de su amor. Lo cogió justo a tiempo para ver un par de mensajes que le había enviado un amigo suyo desde la playa preguntándole qué tal todo. Ella contestó mentalmente: “Bien, todo va bien. Me he despertado esta mañana con el mismo miedo de siempre, pero esta tarde, hace apenas un rato, un amigo me ha abrazado y me ha dicho que soy maravillosa. Esta noche, antes de cerrar los ojos me dejaré abrazar de nuevo, y puede que en esta ocasión no tenga que morir del todo”.

Al hilo de la iniciativa de "El cuentacuentos"

Fotografía: AnneJulie