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martes

Isobel

Los furiosos golpes de viento en los cristales de la ventana la sacaron bruscamente del sueño, y al abrir los ojos aún amodorrada, se encontró con una estampa poco familiar en su vida; tras el vidrio, frente a ella, el vacío azulado le devolvía una mirada infinita.

Se sintió inquieta. En el silencio aparente de la madrugada la casa entera retumbaba y crujía quedamente. A lo lejos, el tictac de un reloj resonaba como las pisadas de un elefante, y a su lado, la respiración acompasada de su joven compañero, que dormía con toda placidez abrazado a su cuerpo, sacudía la cama en cada exhalación como un temblor de tierra.

Apartó su brazo con delicadeza, y se deslizó bajo las mantas sin hacer ruido para no despertarle. Buscó las zapatillas y una chaqueta de lana para ponérsela encima del pijama y se dirigió a las escaleras.

Fuera del cuarto los sonidos eran más enérgicos, pero menos fantasmales de lo que había imaginado. La casa entera había sido invadida por corrientes de aire que la hacían chirriar desde los cimientos, llegando a dar la sensación de que se balanceaba lánguidamente, al compás de cada embestida procedente del exterior.

Caminando hacia la entrada, la imagen de un espejo de cuerpo entero se cruzó en la penumbra, y al contemplarse en la oscuridad, se vio a si misma diferente. Tenía unos seis años, el pelo algo más largo, y en lugar de una chaqueta llevaba puesto un encantador camisón con pequeñas flores estampadas. Se reconoció en los ojos, que la suerte había mantenido tan expresivos como entonces a pesar del tiempo transcurrido (aunque exactamente igual de tristes), y también en la sensación, que producía aquella niña, de encontrarse tan pérdida y asustada como ella.

La visión se esfumó en un suspiro, y un fulgor acuoso, que recorrió la superficie brillante y líquida del espejo, le devolvió por fin su imagen actual. Sin asombrarse demasiado con lo sucedido, tomó aire para relajar la tensa musculatura, se abrigó un poco y siguió adelante.

La puerta se abrió emitiendo un suave quejido, pero el viento azotó su cuerpo con saña a modo de bienvenida.

El paisaje nocturno la sorprendió en su oscuro esplendor.

Venciendo un escalofrío comenzó a avanzar, paso a paso, presa de la belleza que la rodeaba, decidida a perderse en la negra inmensidad. El cielo se encontraba parcialmente cubierto por nubes blanquecinas que ocultaban la ambigua cara de la luna llena, repartiendo sobre la explanada y la arboleda, que obstaculizaba el horizonte, una luz etérea. El único sonido en el mundo provenía del aire, que soplaba temible entre las frondosas copas de los árboles, cuyas longevas y aún flexibles ramas, se cimbreaban al ritmo que imprimía el confuso vendaval.

Sentía miedo, pero deseaba con toda su alma creerse valiente. En una especie de batalla contra si misma, sus pensamientos la impulsaban a correr hacía el refugio que la casa y su amado le ofrecían; pero su corazón palpitaba con tal ímpetu, que ahogaba los gritos de auxilio que lanzaba su mente a la desesperada.

Agotada, se detuvo.

Logró plantar los pies en la tierra con la suficiente seguridad. Deshizo la trenza de su pelo, dejándolo flotar libre, y desafiando el frío de la noche, extendió los brazos, cerrando los ojos, intentando percibir con toda la intensidad posible el milagro de aquel momento en el que se sentía invulnerable.

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Cuando sus fuerzas comenzaron a flaquear, la mente ganó el suficiente terreno, y apareció más allá de sus ojos una imagen clara de él asomado a la ventana observando la escena, preguntándose extrañado qué diablos sucedía.

Qué fácil sería correr hacia sus cálidos brazos y buscar en su boca el veneno suficiente para adormecer a la bestia rugiente que se escondía en su interior. Regresar bajo las mantas, a la seguridad de los cuerpos a escasos milímetros, al aliento en el oído, al olor a manzanas agrias de su piel, a su mirada triste e insondable. Qué sencillo resulta a veces -pensó- vender el alma entera a un solo sueño, si ese sueño tiene tu mirada.

El viento seguía soplando con violencia y ella temblaba. Bajó los brazos, y al darse la vuelta pudo comprobar como en efecto él la esperaba algo perplejo tras los cristales. Se miraron sin hacer un solo gesto durante unos instantes.

Ella examinó su interior en busca de respuestas a preguntas que ya no era necesario formular, y supo con tristeza que ni todo el viento del mundo podría detenerla. Dirigió su mirada a los árboles, y sus pies acataron obedientes la tácita orden. De nuevo se sentía decidida a perderse en la oscuridad, pero esta vez siendo consciente de que en la noche no habría senderos que le indicaran el camino a seguir, y mucho menos el de regreso a casa.

Para Ayriien, porque no la olvido, porque Isobel es un poco ella y un poco yo.

(Esta obra está bajo una Licencia de Creative Commons.) Fotografía: Blueblack

14 Se mojaron.

alguien dijo...

Bonita historia. Mucho desamparo el de la protagonista, o da esa sensación. Me ha recordado por un momento en dicha sensación (valga la redundancia) a un cuento de hace muchos años, cuando era un enano, "La fosforera". Qué recuerdos... ¿Y por qué se va sola? Sniff
Besos, me alegro de pasar de nuevo ^^

Vade Retro dijo...

Has descrito magistralmente la escena. He sido una muda testigo.
Un beso.

Anónimo dijo...

Hola, aquí estoy de nuevo, ya hacía tiempo que no visitaba este lugar, y no porque no lo aprecie, solo que en ocasiones no logro decidirme por tomarme ratos de soledad, y leer, escuchar y escribir.
Sería osado por mi parte el intentar hallar la completa esencia de lo que has querido expresar aquí, por lo que he intentado limitarme a hablar de lo que a mí me evoca.

Cuán peligroso es acomodarse en este mundo, llegar a ese momento, en el que ya sea por haber obtenido un placer, beneficio o logro que satisfazca nuestras primeras ansias, nos asentamos, nos conformamos, tomamos lo que tenemos y nos dedicamos el resto de nuestra vida a intentar mantener esa comodidad, ese reposo, ese sosiego.
Cuánta gente deja de vivir en ese momento, de buscar, de anelar, de desarrollarse y crecer tanto interiormente como exteriormente.
Qué dificil es sobreponerse a ello, ver nuestra falsa estabilidad y arriesgarse a avanzar, a salir de lo conocido, a buscar más. Tenemos miedo hacia lo desconocido, ya que por ello, no lo controlamos. Pero si realmente queremos conocernos más a nosotros mismos debemos explorar, abandonar nuestra falsa paz, dejar atrás lo conocido (sin despreciar lo que aprendimos con ello) y avanzar hacia lo desconocido, hacia nuevos horizontes.
Resulta duro salir a ese exterior, desconocerlo, no ver claramente donde acabará, o si acabará en alguna ocasión. Pero si nos sobreponemos, lo afrontamos y vencemos, veremos que se puede seguir adelante y lograr nuevos objetivos, enriqueciendonos con ello.
Aunque en alguna ocasión acabemos refugiandonos de nuevo en casa, en la tranquilidad, será diferente, ya que en ese momento ya conoceremos un area más extensa y con ello, una vez recuperados nos será más facil volver a aventurarnos y caminar más allá.

No he comentado el anterior texto, porque todavía no me atrevo, no me veo capaz de afrontarlo sacando algo positivo de ello. Quizás en otra visita posterior. 1 beso y hasta pronto.

"La muerte como final de tiempo que se vive sólo puede causar pavor
a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado a vivir" (Viktor Frankl)

aPerfectCrime dijo...

Excelente !!!

"Venciendo un escalofrío"... Eso es pura belleza oscura !!!

Y vuela lejos, hombre, que nada se interponga,
la noche repentina, te vende falsas sombras

Te dejo saludos.

Óscar Sejas dijo...

Y cada vez pierdo más mi vista en tus textos, cada vez me enganchan más, cada vez cobran más sentido.

He andado perdido unos días por eso he descuidado mis obligaciones bloggeras. Lo siento aunque me alegra leerte de nuevo.

Un abrazo.

Nirth dijo...

Volví...y tu sigues, como siempre. Casi eterna :)

Anónimo dijo...

El error de esconderse cuando acecha la tormenta, posiblemente uno de los momentos de mas belleza de este mundo.
Volveré mas veces para descubrir el instante relámpago.
Un abrazo

Anónimo dijo...

¿Hay mayor simbolismo? Ni todos los vientos del mundo me detendrán jamás; no soy ni Ulises ni una heroína, soy yo, tan libre como siempre. Más, incluso. Nada me retiene aquí, o allá. Siempre he sido libre, a mi pesar y pese a mis insistentes deseos de dejarlo; deseos que mi voluntad desecha día tras día, hora tras hora, con brutal fuerza y muy poca sutileza. ¡Soy libre! ¡Libre de hacer lo que desee! Para siempre, ¡por siempre! ¡Nadie me dirigirá, jamás!
Soy libre... nada ni nadie me ata, soy libre de hacer lo que desee. Y también soy esclava de esa libertad, pero ¿a quién le importa? Hace mucho que perdió importancia a mis ojos, un espejo, una niña, nada ya me importa. No me importa.
Y nunca me va a importar. Jamás.

Anónimo dijo...

Aunque si no recuerdo mal ya lo habías publicado, no pierde ni un ápice de su fuerza. Que raros son los momentos en los que nos sentimos invulnerables pero que poderosos a la vez. Y que dificil es no necesitar el brazo de otro alguien para sostenernos en el camino...
En cuanto a "VIII", otro magnifico relato de soledad y duda, a pesar del sonido de las armaduras y el calor de los cuerpos listos para la guerra.
besos pausados

luaDark dijo...

¿Es necesario mirar hacia atrás para ver lo que tenemos delante?
Y siendo así, ¿debemos comprender nuestra historia y nuestras raíces para comprendernos a nosotr@s mism@s?
Son extrañas las relaciones que unen pasado, presente y futuro.

Dark kisses

Anónimo dijo...

Oh..Dánae.. nunca me cansaré de leer esta vieja historia.. parece que mueves mágicamente tus dedos y toda la historia se teje y se traza perfecta y armoniosamente.. En especial esta historia.. me envuelve, muchas son las personas que no me dejan ser Isobel.. pero yo se que nunca podré dejar de sentirme atraida brutalmente por el bosque, el viento, lo desconocido, las nuevas metas, cambiar, descubrir, investigar..

Eso es lo que Isobel segnifica para mí, es una historia magnífica, cielo ^^

Un besazo!
Te recuerda,
Bea

La gata que no esta triste y azul dijo...

ufff
Una vez quise expresar algo asi. Habia una tormenta lejana, una mujer que escucha su llamada, la de la tormenta, la de la luna, la de la tierra, y baila bajo la lluvia escuchando el latido de la tierra mientras se siente invulnerable.
Pero no fui capaz y la tire :-).
Que biene escibes caray.

Anónimo dijo...

Hello mi Danae, mi MIrelle, mi TOrmenta, mi Yolanda, ISOBEL... Hello Ayriien...
Qué preciosa historia, si yo puedo recordar entre sus letras, esto ya es para agradecer

¿Cómo ha estado? yo se nada sobre tí hace días y días.

He justo cambiado mi dirección y estamos practicando :P

Me gustaría regresar a leer La Casa del Acantilado, pero nadie puede ahora seguir lahistoría que ahora comprendo sobre Marhian. Es maravilloso leer te mi tormenta.



Y al final, un tierno abrazo

Anónimo dijo...

Volvió Isobel... tal vez nunca se fue... jamas olvidada y tan misteriosa. Un viejo relato, ya sabes que adoro los viejos relatos? los libros que releo... tus palabras ahora y siempre me hacen soñar