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viernes

Dead-Girl-Walking

The_Promise_by_chobi

Como un inmenso gusano el tren surcaba las entrañas de la ciudad a una velocidad vertiginosa, simulando un gigantesco y palpitante torrente sanguíneo. Aquella tarde, de vuelta a casa, mi mirada se confundía con la mugrienta oscuridad de los túneles tras las ventanillas. En la calle llovía copiosamente, la gente entraba y salía en tropel de los vagones con signos evidentes de humedad en sus cabellos y ropas. Paraguas goteantes y labios amoratados completaban el típico retrato urbano de frío invernal.

El calor grasiento del metro en invierno me produce nauseas. Trato de evitarlas probando a distraer la mente del incesante traqueteo y los olores opresivos. Para ello, me gusta observar a algunas personas que llaman mi atención e imaginarme detalles sobre sus vidas. A veces me pierdo en sus conversaciones convirtiéndome ficticiamente en parte de ellas; otras, intento adivinar los libros que leen, descifrar sus labios silenciosos mientras recorren las líneas, o seguir el camino aparente de sus miradas perdidas en el vacío. A veces, incluso, les pongo un nombre.

En esta ocasión, desde el principio, me fijé en ella. Llevaba colgado a modo de mochila un aparatoso bulto con la forma y el tamaño de un violonchelo. Era menuda y pálida. Su extrema delgadez y el pelo negro y empapado, acentuaban los rasgos de la cara, sus pómulos prominentes y los grandes ojos hundidos. Había algo grotesco en aquella estampa. Resultaba difícil distinguirla con aquel enorme baúl a la espalda, como si aquella carga formase de algún insólito modo parte de su propio cuerpo.

Entró con la cabeza baja, y con cuidado, casi tímidamente, se apartó para no entorpecer el paso del resto de viajeros. A su lado, un par de jóvenes, apenas adolescentes -una alarmante mezcla de piercings, hormonas y mala educación- jugaban a empujarse de broma. Sus palabras ininteligibles y la torpeza de sus movimientos, revelaban el rastro evidente de una alta dosis narcótica en sus organismos.

Uno de ellos, en pleno aspaviento, se golpeó la mano con el instrumento de la chica, centrando peligrosamente su atención sobre ella. La miró con sus ojos extraviados durante unos instantes que parecieron eternos.

-Eh tú, renacuaja, ten más cuidado.

Acto seguido, giró en busca de la aquiescencia de su amigo, que le rió sonoramente la gracia, y empezó a murmurarle algo entre dientes.

La muchacha balbució unas palabras apenas perceptibles, aparentemente avergonzada y temerosa, y se apartó de ellos unos metros.

Con los ojos clavados en el suelo, su rostro era la imagen muda de la amargura. Tenso y crispado, parecía contener un llanto más que necesario. Tan delgada, casi incorpórea, su minúsculo cuerpo de niña ocultaba en alguna parte a la mujer que había dentro, provocándome una extraña sensación, una combinación entre la compasión más pura y el desconcierto intenso. Aún así, frené el impulso de interponerme entre ella y aquel par de tarados, temiendo, quizás mezquinamente, crearme problemas.

Recuerdo la escena a cámara lenta. Fotograma a fotograma, como si reviviera un sueño. El tren aceleraba tomando con brusquedad la última curva desde la siguiente parada. Justo cuando la gente empezaba a agolparse frente a la puerta más cercana para salir proyectada hacia sus respectivas ocupaciones, sin previo aviso, uno de aquellos chicos agarró desde atrás el violonchelo, tirando de él con violencia con la supuesta intención de arrebtárselo. Gracias al grado de embriaguez y a su falta de inteligencia, lo único que consiguió, antes de formar un alboroto importante en el vagón, fue derribar a la chica, que calló arrastrada por el peso del enorme instrumento.

Corrí a socorrerla. Un segundo antes de que la puerta se cerrara y abandonáramos la estación, mientras la ayudaba a incorporarse rodeada por paralizados viajeros -más llenos de curiosidad que de altruismo- el chaval que la había empujado, paró en seco en plena huída:

-MUÉRETE. -Gritó.

Aquella palabra resonó largamente por los túneles. Pareció silenciar hasta el desagradable sonido de las bisagras de las puertas al cerrarse; dejando tras ella un murmullo sordo que invadió a todos los ocupantes del vagón con una incómoda sensación. Uno a uno, se fueron dispersando: allí no había pasado nada.

- Cómo si fuera tan fácil.

Ella creyó que nadie había escuchado su susurro, posiblemente acostumbrada a pasar inadvertida. Pero yo lo hice. La oí; como también pude ver las vendas en sus muñecas, y las cicatrices. Los arañazos y los restos de sangre reseca. Los párpados amoratados, los ojos rojizos, y aquella espantosa marca violácea en el cuello, que durante un instante dejó al descubierto su oscuro jersey, mientras se ajustaba de nuevo la molesta mochila.

Busqué sus ojos intentando ocultar mi sorpresa. Me habría gustado decirle algo. Tal vez abrazarla, detenerla, o ayudarla antes de que desapareciera para siempre y no pudiera hacer nada por ella. Pero lo único que encontré fue su mirada vacía, que parecía desear por encima de todas las cosas, que la dejaran en paz.

Me bajé en la siguiente estación y nunca más volví a verla.

A veces, por las noches, antes de dormir, me asalta su imagen y la seguridad de que ha muerto. Intento recrear la escena y pensar algo que decir, las palabras exactas y adecuadas, capaces de cambiar el curso de los acontecimientos. Pero aunque una de estas noches por fin las encuentre, sé que será demasiado tarde para ella.

Quizás las guarde para la próxima vez.

Fotografías: Chobi y ClaudiaMyLove

(Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.)

10 Se mojaron.

Anónimo dijo...

Son intensas estas tormentas...
Me ha encantado,como todo, ya lo sabes bien...
Siempre que pase por aquí será un viaje soprendente, que me deja sin voz y sin palabras. Me encantan las ímagenes que me haces crear.

nana dijo...

Siempre se puede retroceder si eres capaz de soñar, de imaginar... el momento exacto, las palabras necesarias para salvarla... aunque sea demasiado tarde para ella...

Un besito

Vita dijo...

Retroceder en el tiempo y cambiar uno sólo de nuestros gestos... No es posible. Y sin embargo, algo de eso que querrías haber hecho por esa chica quedó ahí, en ese instante, en tu mirada... Hiciste lo que no hizo nadie. Diste lo que en ese momento podías dar. La vida sigue fluyendo... Me ha gustado mucho.

Laura Luna dijo...

¿Está basado en hechos reales? :( Es una historia muy triste, ¿qué habría detrás de la niña del violonchelo?

Como siempre, tu forma de contarlo es sublime...
Un besote, preciosa,
Mun the Doll

Anónimo dijo...

La gente somos de normal unos cobardes y nunca hacemos nada cuando pasa algo a nuestro lado, preferimos girar la cabeza; y así nos va.

Post data: Pensaba que la chica iba a sacar de la funda de su violoncello una katana o un subfusil de ataque y los iba a mandar para el otro barrio al grito de : Sayonara Baby...

Anónimo dijo...

conozco la sensacion de revivir situaciones pasadas cambiando las palabras dichas con las que serian las corectas.
no me ha impresionado que le dijesen : muerete! lo que me ha puesto los pelos de punta es la respuesta de la chica, ha sido alucinante

muchos besos

La gata que no esta triste y azul dijo...

¡Que triste!

Carla dijo...

Hola! Coincido con uno de los comentarios anteriores en que lo que más me ha impresionado es la respuesta de la chica: Como si fuera tan fácil...
Genial la historia, toda ella. Llena de realismo! Un abrazo!

Anónimo dijo...

Hay trenes que solo pasan una vez en la vida. La mayoria de las veces nos volvemos locos intentando imaginar posibles futuros alternativos, palabras y gestos que habrian cambiado el aqui, el ahora, el mañana. Vivimos pensando en el pasado, tropezamos con el presente e ignoramos el futuro... pero lo importante es el aqui y el ahora eso hara que cambie el futuro...no pensar en el pasado. Precioso escrito urbano me ha encantado, me recuerda un poco a Gaiman por su tematica, pero tu le das tu toque personal y lo conviertes en algo unico e inigualable... magico.

Popi dijo...

Hola! Mira..hoy me apetecía leerte fumándome el penúltimo piti del día.( Para mí...ya sabes de mi condición vampírica) Te gusta escribir sobre el suicidio eh? Yo tengo pensado una especie de serie de relatos que traten sobre el amor y el suicidio. Tengo varios ...es un tema que siempre ronda la cabeza cuando la desilusión te alcanza. Hay que agarrarse a algo con fuerza para no desfallecer. Yo me agarro a las letras, a mis escritos. Me desahogo a través de éllas. La chica? No debe preocuparse la observadora del vagón del tren: El violonchelo le salvó la vida. Seguro. Te lo digo yo, que sé de violonchelos. :P
Un abrazo, Tormenta, y gracias por seguir leyéndome. Es un honor que una escritora como tú pierda el tiempo visitándome.( Seguiremos con la adulación mutua) jejeje. :)